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Las Raíces del Yoga

Últimamente he trabajado mucho con mi historia familiar. Ha generado en mí una curiosa mezcla de orgullo, extrañeza y hasta horror el ahondar en las historias de las distintas familias de las cuales deviene mi sangre y mi formación. Entre más conozco estas historias, una sensación de solidez y profundidad se asienta más y más en mí. Al reconocer mis orígenes siento que puedo entenderme mejor a mí mismo, reconocer distintos impulsos y conflictos que he sentido a lo largo de mi vida, y me brinda el desafío de elegir conscientemente lo que tomo y lo que no tomo de mis ancestros, un esfuerzo que me hace sentir más sólido y maduro.

Algo que me da gusto es que este mismo esquema devenido de la psicología me está ayudando a entender mejor la historia de la cultura y de las naciones, acercándome a ello no como un conjunto de fechas, nombres o conceptos por memorizar, sino como ancestros míos, una especie de “Yo mismos” que le dieron distintas respuestas a los conflictos que encontraron en sus vidas.

Como practicante de Yoga, algunos de mis ancestros son los antiguos practicantes de Yoga en la antigua India, siendo el sabio Patañjali un pilar innegable para todos nosotros. Sin embargo, leer los Yoga Sutras, los Upanishads o el Bhagavad Gita, entre otros textos clásicos, es una labor en exceso ardua si no tenemos en cuenta que el marco cultural en el cual fueron generados es enormemente distinto a nuestra cultura occidental actual. Conocer dicho marco cultural nos puede ayudar a entender mejor a nuestros ancestros y preguntarnos a nosotros mismos qué es lo que tomamos y lo que no necesitamos en este momento. A continuación, presento algunas pinceladas del cómo vivían el mundo nuestros primeros “abuelos del yoga”. Si bien existen numerosas diferencias y complejas sutilezas entre las distintas corrientes que menciono, he procurado evitar especificarlas en exceso para dar una idea más general del pensamiento de la época.

La engañosa Creación

Muchas de las filosofías hindús antiguas (los Vedantas, el Samkhya y el Yoga de Patañjali entre ellos) hacen una radical separación entre el espíritu y la materia (purusha y prakriti). En el caso de las principales escuelas vedantinas, lo que nosotros entendemos por realidad, el mundo material, no es más que la Gran Ilusión, el Maya, una creación de nuestro inconsciente, de la que sólo nuestra separación con el espíritu nos hace darle una sensación de realidad y lógica. Para el Samkhya y el Yoga, hay una ligera diferencia: la materia (la naturaleza o prakriti, con nuestro propio cuerpo incluído) sí son reales, pero sólo existen en el intervalo de tiempo que transcurre hasta que todos los seres vivos alcancen la iluminación con el devenir de sus reencarnaciones. Una vez que todas las almas (los purushas) se integren al absoluto, la materia con toda su diversidad de formas se reunificará en su propia y vacía esencia.

En este sentido, la única realidad a la que vale la pena prestarle atención es al ser (sat o Atman), el testigo silencioso y contemplativo que está más allá de nuestra mente racional. La liberación consiste, entonces, en estudiar al máximo acerca de los mundos sutiles (Svadyaya) para liberar al ser de la falacia material que en un principio es lo único que puede ver; o bien, entregarse a las técnicas contemplativas que le permitan habitar cada vez más en su verdadero ser, desapegándose (Vairaghya) del mundo material.

Huir de la dolorosa vida

Para los antiguos hindús, el estar con vida era la manifestación de que aún tenían mucho por aprender. Se vivían a sí mismos como la continuación de un largo ciclo de reencarnaciones que los había llevado desde las especies más inferiores hasta el convertirse en humanos. Había ya un dejo de vergüenza y culpa por el hecho de estar con vida. De ahí se deviene la constatación para el grueso de los sabios hindúes de que la vida conduce al sufrimiento. “Dukham eva sarvam vivekinah” diría Patañjali dentro del Sutra II.15: Para el sabio, todo es sufrimiento. Mucho antes que él, ya el Buddha lo había resaltado como la primera de sus nobles verdades. El incitar a esta experiencia es no sólo una profunda convicción de estos antiguos sabios; es también la manera más eficaz de incitar a la renuncia radical, al desapego más absoluto que lleve a refugiarse en lo único libre de sufrimiento: una vida de estudio y/o prácticas contemplativas que lleven al practicante a morar en su verdadero ser, en purusha.

La Liberación

Tras una vida de renuncia absoluta, en la cual lo tradicional se consideraba abandonar a las familias, el trabajo, el hogar, etc., se conseguía una mayor cercanía con la verdadera esencia, un estado que en occidente llamaríamos “de trance” en el cual el dolor y el placer de la vida cotidiana se desvanecían al morar en un mundo concebido como mucho más real que el mundo material.

Esta vida ascética, felizmente, conduciría al practicante al Samadhi, la total reincorporación de su alma individual con el absoluto, liberándolo por completo del triste ciclo de reencarnaciones en el que había estado prisionero. A menos, claro, que decidiera volver a la vida tan sólo para ayudar a los otros seres en su camino hacia la iluminación.

Preguntas finales

Estas fueron algunas pinceladas del para qué practicaban y generaron el yoga nuestros antiguos maestros. Ninguno de nosotros estamos obligados a pensar como ellos lo hicieron, pero vale la pena escucharlos, reconocerlos en nuestra constelación familiar de yoguis y, honrándolos profundamente, preguntarnos ¿Qué es lo que tomo y lo que no tomo? ¿Quién decido ser en este momento de mi vida?

Bibliografía
Este trabajo está principalmente basado en el extraordinario texto Técnicas del Yoga de Mircea Eliade (Kairós, Barcelona, 2000). Sin embargo, también me apoyé en The Yoga Sutra of Patañjali. A New Translation and Commentary de Georg Feuerstein (Inner Traditions International, USA, 1989) y en Luz sobre los Yoga Sutras de Patañjali de BKS Iyengar (Kairós, Barcelona, 2003).

Por: Emiliano Olvera

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