Las meditaciones tradicionales hablan mucho del amor – esa emoción ilimitada, inmutable que se vuelve el fundamento de acciones bellas y muy humanas. Mientras más estudia uno más le queda claro que ese amor budista está muy lejos de la cotidianidad. A veces llego a pensar que hay diferentes tipos de amor:
-
- El que uno ve en películas; desgarrador o súper romántico
- El que encuentra en los libros y poemas de los poetas de antaño (ojo: no está ni en google ni redes, hay que comprar un libro) profundo, enraizado en el corazón
- El que vive uno cuando se enamora (sobre todo si se pierde la razón y el control de sus pensamientos)
- El que uno vive en una relación cotidiana (sin comentarios)
- El que uno siente por su mascota
¿DÓNDE ESTÁ EL AMOR?
Las enseñanzas de las meditaciones tradicionales invariablemente nos llevan a experimentar dos tipos de mente:
- Mente cotidiana: Aquella donde hay pensamientos, juicios, criterios, donde recordamos, sabemos y reconocemos, la mente que aprende. Es esta la que tiene emociones, por ejemplo de estar enamorado.
- Mente extraordinaria. Está siempre quieta, espaciosa y clara es aquí donde nos damos cuenta de las experiencias. En esta mente habita la consciencia. El darse cuenta.
La mente cotidiana se enamora y este amor se puede volver una emoción condicional si se desconecta de la verdadera fuente del amor.
LA FUENTE DE AMOR
El amor verdadero, incondicional está en la mente pura, vacía de pensamientos y conceptos. Vacía de recuerdos, experiencias, expectativas y necesidades.
El amor verdadero no es una emoción. Es un estado de la mente pura. Es la capacidad de contener toda la belleza, todo el deseo de la felicidad en un solo instante. Eso lo sentimos un poco cuando nos enamoramos – ese es el amor ilimitado, incondicional. Pero hay que alimentarlo constantemente, alimentar nuestra capacidad de amar para que se transfiera a la vida diaria.
Vale la pena recordar que el amor no se refiere a una relación que tenemos sino a nuestra capacidad de realizar ese estado.
En cada amanecer, cada atardecer, en cada aspecto de vida como una flor, un bosque o playa, en un perro, un gato, una abeja, en cada aspecto de la naturaleza como un río, una montaña o planicie, hay mil razones para sentir el amor. No el deseo sino la felicidad, alegría, plenitud, ecuanimidad que se despiertan en nuestro corazón si miramos a través del amor.
Así que el amor comienza por nuestra apertura, nuestra actitud hacia todo.
¿No crees que la vida es diferente si la miras a través del odio, rencor o a través del amor y la belleza?
Por Wojtek Jan Plucinski
Facebook: https://www.facebook.com/meditaconwojtek/