Gritamos desde nuestros medios estar presentes en la vida de nuestros semejantes:
-Facebookeros, bloggeros, youtubers, instagram, etc
-Plataformas de gritos visuales y textos que gritan a la sociedad por un espacio para nuestra sabiduría, un espacio para mi, perdernos en la jungla apantanada de la realidad.
-Millones de consejos sobre cómo hacer una postura.
-Cómo debemos alimentarnos, como debemos relacionarnos.
-Certificados que avalan nuestro hablar pausado y ceremonioso.
-Todos somos gurús.
-Competimos para llenar nuestros Shalas, cursos y certificaciones.
-Fotografiamos nuestros logros y los promovemos convirtiéndonos en ídolos e iconos de la cultura virtual.
-Posturas perfectas, sonrisas y su contra forma, la sombra dibujando esta nueva forma de importancia personal: incitar a todos a ser o publicar algo.
-Ansiosos, jóvenes y adolescentes publican sus fiestas que acaban en bacanales, dignas de ser grabadas, jóvenes que solo tiene su belleza y su atrevimiento ante las cámaras de millones de celulares ansiosos de publicar.
-Mantras, tribus, sectas y ritos.
Los yoguis, los runners, los parckulers, los triatlonistas, Los fitness; ruido, ruido y más ruido. Quedamos atrapados en los medios y nuestras creaciones. Como en una telaraña, acechamos likes y comentarios igual que la araña acecha y espera a que caigan en su red las presas.
Seamos conscientes de este impulso del inconsciente colectivo.
Nuestro silencio es la más preciada joya de la práctica espiritual. Silencio y vacío, observación y acción consciente.
Trabajemos con disciplina y desapego, compartiendo sin la necesidad de compartir, sin adoctrinar ni sugerir algo que es plenamente identificable con nuestros subjetivos egos e interpretaciones. No comercializamos nuestro avance espiritual.
Si elegimos la docencia, comprometámonos con quien te elige como maestro. Si elegimos la práctica, deja de esperar resultados y transformaciones.
Aprendamos a ser presentes y agradecidos con el momento y la realidad tal como es, sin proyecciones ni aferrándonos a formas del pasado.
Presencia amorosa y gozo en ella. Sin proselitismos, sin protagonismos.
Devolvamos el poder al yoga, dejando de sentirnos yoguis, maestros, diferentes o especiales por nuestra práctica: iluminados.
Soltar el poder es más difícil que soltar el miedo, pero poder actuar o ejecutar algo no nos da el conocimiento ni la sabiduría para discernir cuando no actuar o no hacer aunque podamos.
Caminar, caminar, caminar,
Nunca dejar de aprender.
Por Javier Bautista.