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Capitán Fantástico 

“Si asumes que no hay esperanza, garantizas que no habrá esperanza” N. Chomsky.
Si asumes que todo ha acabado, aseguras que el final ha llegado.
Si asumes la derrota desde el inicio, amarras el resultado a ese camino.
Ciertamente cuando te toca, aunque te quites, y cuando no te toca, aunque te pongas.
Pero esto no quiere decir que tu camino esté escrito en piedra.
Tu camino es como las olas del mar, amante obediente a los caprichos de la luna.
Tu camino es como las dunas del desierto, mera silueta que se deja llevar por el humor del viento.
Tu camino es como la sombra del árbol, siempre detrás de las órdenes del Sol.
Tu destino.
Tu destino es muy diferente.
Tu destino es volar junto a las nubes.
Tu destino es iluminar los cielos como una estrella.
Tu destino final es trascender el tiempo, la muerte y ese hermoso cuerpo que te abraza.
Si eres capaz de entender esto, has amaestrado las leyes de la tierra y del cielo.
Si puedes sentir estas palabras en tus huesos, has encontrado el santo grial en tus venas.
Si puedes comprender esto más allá de la mente y con el corazón, te has convertido en capitán de tu alma.
Te has convertido en capitán fantástico.

 

7 de mayo de 1999, el aire húmedo y denso ahogaba mis venas, los ojos irremediablemente rojos nublaban la visión y la voz ya agotada de gritar, le costaba emitir hasta el más mínimo suspiro.
12 guerreros batidos, sollozaban hubieras y posibilidades perdidas.
Habíamos sido derrotados por el Tec en una batalla histórica de David contra Goliat. Un punto, la pequeña pero enorme diferencia entre una alegría inconmensurable y una tristeza que comeríamos en cada minuto de práctica durante el siguiente año.
Lo normal hubiera sido consolarlos. Lo normal hubiera sido abrazarlos. Lo normal hubiera sido recogerlos como lo haría un padre amoroso a su hijo recién caído.
Pero no fué lo que hice.
Algo en mí estaba enfurecido. Orgulloso de cada pelo de esos gigantes, no soporté verlos derrotados.
Les grité desde el corazón, desde lo más profundo de mi alma.
“Lloren todo lo que tengan que llorar, pero eso no nos dará el punto faltante. Quéjense de los árbitros, del rival, de sus compañeros, pero eso no nos dará la medalla. Quédense tirados en el suelo lamiéndose los hubieras, pero eso no nos ganará el campeonato.”
“Si se dieron en cada segundo, si entregaron el alma en cada balón, si se prepararon lo mejor que pudieron, entonces no tienen nada que lamentar”
“Así que levántense ya, y empecemos el camino. Limpien su cara, quítense el polvo. Párense, que cada momento que pasen en el suelo es un momento perdido”.
Un año después, ganamos la final. Y por primera vez en la historia de la escuela fuimos campeones nacionales.
El resultado no fue gratis. Vino gracias a una profunda reflexión. Pero sobretodo a la voluntad cambiar.
Resultó, porque empezamos a honrar las palabras que vienen del corazón.
Resultó, porque entregamos el mejor y máximo esfuerzo en cada práctica.
Resultó, porque abrazamos las posibilidades infinitas y dejamos de suponer para centrarnos positivamente en el aquí y ahora.
Resultó porque tomamos la responsabilidad en cada acción.
Mirando hacia atrás, sé que esos años me prepararon para todos los retos que enfrenté.
Quizás por eso, cada vez que desdoblo el tapete, siento la misma emoción que cuando pisaba la cancha.
Quizás por eso, cada asana me recuerda a algún equipo con el que he de entregarme al máximo.
Quizás por eso cada alumno que se presenta a clase, me recuerda a uno de esos 12 valientes que yo quería inspirar.

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