¿Cuántas veces nos hemos enfrentado a esos cinco minutos decisivos, al momento clave en el que tomamos la determinación de ir o no a nuestra sesión de yoga, de levantarnos más temprano para practicar en casa? ¿Te suenan familiares frases como “ahora sí, mañana sin falta voy” o “prometo que hoy me acuesto temprano para estar con energía para mi clase”?
Por eso los maestros dicen que el camino del yoga es el sendero del guerrero. Recorrerlo no es sencillo y más en estos tiempos cuando todo parece ir en contra: jornadas extenuantes de trabajo; juntas eternas; compromisos constantes; cenas de negocios; distancias largas, tráfico y transporte insuficiente; pocas opciones de lugares con comida sana; etcétera, etcétera, etcétera…
Añádele los amigos, familiares o compañeros de trabajo que te ven raro porque prefieres perderte el asado del jueves ya que tienes la firme intención de practicar yoga el viernes por la mañana. El tema no es sencillo. Para mí, la clave ha sido encontrar el gozo en la práctica. Sé que posiblemente los cinco primeros Surya Namaskaras (Saludos al Sol) sean difíciles pero después todo fluye de manera natural. En el caso de mi práctica –ashtanga vinyasa yoga– si respiro de manera consciente, acompaño cada movimiento con una inhalación y una exhalación, y añado los bandhas o cierres energéticos, es muy probable que la experiencia física sea ligera y que me lleve a un estado dichoso de paz mental.
Hasta aquí, todo parece sencillo. Y lo es porque las condiciones son las adecuadas. Es decir, practicar en un shala o estudio de yoga es muy propicio porque el espacio está cuidado para que el yoga se dé naturalmente. El reto empieza cuando enrollas tu tapete y sales a cumplir con el trabajo y las obligaciones. Recuerda que a tu jefe de nada le sirve que puedas realizar Eka Pada Sirsasana (el pie detrás de la cabeza) si no entregas a tiempo el reporte que te había pedido. A los empleados del banco poco o nada les importa tu Urdhva Dhanurasana (arco completo) y te seguirán llamando hasta que pagues el préstamo que tienes atrasado. Y si nuestra vida en el mundo externo no refleja lo que ocurre en nuestro interior, recorrer el sendero del guerrero se volverá una carga pesada.
Por eso, recordamos cómo la filosofía detrás del yoga nos permite llevar los beneficios de la práctica a nuestra vida diaria. Ya lo decía Gregor Maehle, el autor de Ashtanga Yoga, Practice and Philosophy (Kailvalya Publications, 2006): “Los Yoga Sutras (de Patañjali) y el método vinyasa son en realidad dos lados de la misma moneda”.
Contempla el gozo de tu práctica y en estos días mantén atentos tus sentidos: ¿Cómo es tu desgaste energético? ¿Cómo llegas a tu clase de yoga? ¿Cómo son esos “cinco minutos” en los que decides si vas a practicar o no? Si te sientes cansado, reflexiona: ¿en qué gastaste tu energía antes de llegar a tu sesión? ¿Qué comiste? ¿Con quién estuviste?
El sutra II.38 dice: Cuando hemos eliminado por completo el deseo por los objetos sensuales, conservamos nuestra energía para el autoaprendizaje. Y B.K.S. Iyengar arroja luz sobre esta enseñanza de Patañjali: “Brahmacharya, en su sentido de control sexual o celibato, suele malentenderse.
‘La energía sexual es la expresión más básica de la fuerza vital. Es inmensamente poderosa, y por ello resulta esencial controlarla y canalizarla. De ninguna manera debemos despreciarla. Por el contrario debemos respetarla y estimarla. Aquel que sólo desea suprimir o triturar su energía sexual, de hecho, está negando sus propios orígenes… La fuerza vital que encuentra expresión sexual también sirve para hallar la calidez de nuestras emociones, las pasiones de nuestro intelecto, y nuestro idealismo.”
Lecturas recomendada
Iyengar, B.K.S., Luz sobre los Yoga Sutras de Patañjali, Kairos, Barcelona, 2009.
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