El embarazo es una de las épocas en las que la mujer se encuentra más conectada a la energía de la madre tierra quizá porque comparten valores fundamentales en su proceso, comparten un vientre redondo que lo contiene todo: la chispa de la vida, un insondeable milagro que comienza a gestarse dentro, muy dentro de ella. La mujer embarazada debe trabajar en complicidad con los valores que cada elemento del planeta comparte con ella. Una manera de hacerlo es con la práctica de Yoga, donde además de concientizar su cuerpo, empieza a concientizar la presencia del bebé dentro suyo, comienza a descubrir que si se mueve, el o ella, se mueve en conjunto. Y las mismas posibilidades que se exploran en las posturas, las explora ese nuevo ser que lleva dentro: de pie, acostada, o ¡de cabeza! Comenzando a vivenciar el significado de la palabra Yoga en esa milagrosa unión madre-hijo, que desde el primer trimestre muestra los efectos revolucionarios de la vida, abriéndose paso en el cuerpo. Honrando estos cuatro elementos reflexionemos uno a uno:
TIERRA: Arraigo, estabilidad, seguridad, confianza y firmeza, la mujer obtendrá fuerza en sus piernas, en su columna vertebral, en sus músculos y huesos; debe experimentar la sensación guerrera de la fuerza, pues es de ahí donde sacará la valentía para parir. De ahí que todas las posturas de pie, desde la montaña, el árbol, la postura del vigor o del ángulo lateral, muy sostenidas, sean excelentes durante el embarazo. Sin embargo, no se trata de una tierra seca o desértica pues debajo de ella, discurren ríos, agua que hidrata, que nutre que da vida, así que aquí viene nuestro segundo elemento.
AGUA: Cuya propiedad hace que la mujer embarazada tenga esa mirada tan dulce, tan luminosa, tan bella, tan fértil, tan sanadora, cualidades todas del elemento agua. Y, es que la naturaleza no se equivoca, esa energía lunar de cambio y de movimiento, es lo que en el proceso de gestación debe experimentar a través de la práctica de Yoga, fluidez entre postura y postura, vinyasas suaves, que permitan al cuerpo de la mujer liberar la pelvis, abrir la cadera, sentir libertad de movimiento en entre cuerpo-respiración-mente.
El embarazo es un boleto de ida para la mujer hacia un proceso nuevo, diferente y desconocido, lo cual puede provocar incertidumbre y miedo, de ahí que las posturas y la conciencia del presente en la respiración la traigan de vuelta generando certidumbre y confianza. Por eso, primero se prepara para estar bien plantada para tomar la fuerza necesaria y así poder enfrentar el parto, no como una cosa estática y fría, sino con la posibilidad de movimiento entre contracción y contracción, durante las horas preparto. Y, ese es el único camino para dar paso al siguiente elemento.
FUEGO: Por debajo de esos ríos, comienzan a darse otras capas hacia el centro del planeta, volcanes que resguardan en lo profundo al preciado elemento fuego, al que hay que respetar, recordando que la mujer posee esa energía volcánica para utilizarla cuando llegue el momento, pudiendo ayudar al bebé a emerger a la vida por el canal del parto con voluntad, con decisión y con acciones concretas. En la práctica de Yoga, trabajará extensiones hacia atrás o backbends, se trata de arcos suaves para despertar la energía del plexo solar, descansar las vértebras lumbares mediante la apertura de las vértebras dorsales, en pocas palabras, abrir el corazón. Sin embargo, todo esto no sería posible sin el cuarto elemento vital.
AIRE: En las clases de yoga para embarazadas experimentará técnicas de respiración que le permitirán conocer la forma en que inhala y exhala, y pueda acompañar a su bebé durante las diferentes transiciones del trabajo de parto. Así como el aire, limpia el ambiente, oxigena a seres humanos y alimenta a árboles y plantas, así su organismo a través de la respiración consciente, nutrirá a su bebé, además en el momento en que éste nazca, será esa primera inhalación su propia declaración de independencia del vientre materno, el primer acto que constate el inicio de su propia vida. Ser testigo de ello, es vital y es hermoso.
De manera que los 4 elementos se replican en el macrocosmos de este hermoso planeta Tierra o Gaia, como la nombrarían los antiguos griegos, y, en el microcosmos del vientre de la mujer, en espera de esa mágica y poderosísima palabra: Mamá. Para cerrar este artículo, les comparto unas palabras que escribí cuando Roberta Victoria mi hija estaba a punto de nacer por parto natural, gracias, entre otras cosas, al Yoga:
“Mis registros se hicieron confusos, al estar tan pegadas las contracciones se me traspapelaron las órdenes olvidé donde empezar a respirar, olvidé las clases de yoga, olvidé como era mi rostro ante la mueca de súplica que se me instaló en el alma, pero lo que nunca olvidaré son las dos figuras a un lado y otro de la cama, las dos manos que me sostuvieron y energetizaron durante esa hora. Gracias a esa conexión mano a mano, pude conectarme con las raíces de la tierra y, a pesar, de que mi cuerpo se sacudía, pude sentir a dos árboles legendarios, viejos, estoicos, sostenerme.
Por mi mente pasaron las palabras cesárea-bloqueo-cesárea-bloqueo, pero nunca fui capaz de articularlas al percibir su templanza. Las ganas de pujar me invadieron, sabía que estábamos cerca ¡Qué delicia de pujo! ¡Qué bendición! Una vez pasada esa curva, quedé totalmente indolorizada, entonces, vi pierneras y quise montarlas, en ese instante ya había tenido suficiente agua, era el turno del fuego. Con una sabiduría ancestral, supe como hacerlo, por fin pude dar dirección a mi cuerpo, al ritmo de mi exhalación pude sentir como descendía mi bebé fue la más agradable melodía de aquella madrugada. Era como si el sol fuera a brotar de mis entrañas, una energía fortísima mi hizo sentir poderosa, capaz de guiar el impulso de mi nena sol. Al cuarto pujo nació. Y tú nos la ofrendaste encima de mi cuerpo”.
Gabriela Elea Bárcena es Directora de SEIYOGA ESTUDIO.