El amor se desarrolla en distintas etapas, tal como evolucionamos los seres humanos. Conforme vamos creciendo logramos profundizar en nuestro yo interior, nos volvemos más reflexivos y con un sentido de trascendencia que le resta importancia a los aspectos externos y materiales que envuelven nuestro acelerado mundo.
El amor tiene raíces en el primer chakra (muladhara) el cual está relacionado con la energía física y el deseo de vivir que en lo profundo busca la unidad, y con el cuarto chakra que se le conoce como chakra del amor (Anahata) ligado con el amor universal, las relaciones, los sentimientos, la apertura a la vida y la compasión.
El deseo al buscar esa unidad nos impulsa a querer reencontrarnos con el todo y nos puede llevar, si está bien encausada, a la expansión de la persona en todos los aspectos de la vida. Es con el trabajo en el yoga donde nos exponemos a la responsabilidad de entender el sentido de la energía y la verdadera fuente del deseo.
Una de las diferencias que hay entre el deseo y el amor es que el amor es voluntario y reflexivo. El amor trasciende el ego y a diferencia del enamoramiento que se reduce a una emoción el amor quiere dar, el ego necesita recibir.
Pero para amar al otro primero debemos lograr que la energía se expanda para encontrarnos a nosotros mismos, con nuestra alma y con la del ser que amamos.
Cuando el deseo entiende su fuente y dirección, nos llega al alma y esta energía se transforma, la unión con la otra persona trasciende dejando de ser física para convertirse en espiritual.