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El arte de cenar en familia

Como health coach, no podía dejar a un lado este tema tan importante, y como madre trabajadora, sé lo desafiante que puede llegar a ser orquestar las comidas en familia. En casa yo soy la que organiza, planea y cocina. Y a ello, debemos añadirle el desafío de los horarios, de coordinarlo todo y tener lista una comida para cinco cuando ya estamos todos en casa después del trabajo o de las actividades del día. Aún y así, el hecho de que comamos todos juntos es una de mis prioridades y aun estoy aprendiendo, sobre todo con los dos más grandes que cuando se quedan en casa, solo quieren tener las tablets en la mesa o la televisión puesta.

Y es que numerosas investigaciones resaltan los beneficios tanto físicos como mentales de comer en familia, entre los cuales se incluyen un mejor rendimiento académico, una mayor autoestima, un menor riesgo de padecer depresión o desordenes alimenticios y un menor riesgo de padecer obesidad.

Según los estudios, conversar a la hora de la comida aumenta el vocabulario de los niños pequeños incluso aún más que cuando se lee en voz alta. Por otro lado, se relacionó la frecuencia de las comidas familiares con el rendimiento académico del adolescente: aquellos que comían en familia de cinco a siete veces por semana tenían el doble de probabilidades de obtener sobresalientes en el colegio, que aquellos que comían o cenaban con sus familias menos de dos veces a la semana.

Además, los niños que comen regularmente en familia también consumen más frutas y verduras, traduciéndose en un mayor contenido de vitaminas y micronutrientes, y mucha menos fritura y refrescos, evitando el riesgo de padecer obesidad infantil y sentando así las bases de una mejor alimentación para su futuro. 

Pero lo más importante es la conexión que se crea entre los miembros de la familia. Si los padres somos afectuosos y comprometidos, en lugar de controlar y restringir y el ambiente en casa es amigable, las investigaciones concluyen que se pueden evitar una serie de conductas y malos hábitos adolescentes como el fumar, el beber en exceso, la violencia o los trastornos escolares. 

Las comidas en familia también son momentos perfectos para que los niños aprendan y practiquen maneras y habilidades sociales que formarán las bases de su comportamiento en la mesa de otras personas y de cómo se comporten en público. Eso no significa para nada que en casa seamos super disciplinados, pero sí que nos gusta dar las gracias por los alimentos que vamos a comer, y pedimos las cosas «por favor».

Tener la comida lista en la mesa necesita de un poco de planificación y preparación, por lo que suelo crear un plan de comidas semanal durante el fin de semana tomando en cuenta los horarios que tenemos todos. Después, preparo todo lo que pueda (como bolsitas individuales para los batidos diarios) y lo almaceno en el congelador.

Pero la perfección no existe y muchas veces no todo sale como habíamos planeado, ya sea porque mi marido o yo llegamos más tarde de lo previsto a casa, o la bebé llora porque tiene sueño. No obstante, el horario no es tan importante sino que esta acción se repita al menos cinco veces a la semana para obtener los beneficios mencionados. Sea como sea, no olvides que el valor de compartir la comida juntos en familia es un momento preciado de desconexión para todos ¡y de conexión entre todos!

Por Davinia Velasco

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