A veces trato de encontrar un explicación lógica para las cosas que suceden. Si es A, entonces B. Busco el origen de una situación y le doy vida. Esto pasó y fulanito es el responsable o yo soy la responsable; si hubiera hecho A en lugar de B o no hubiera hecho nada entonces el resultado sería diferente.
Reflexiono… Medito al respecto. Y finalmente comprendo que no puedo entender la vida desde la cabeza.
Que la historia de las cosas que nos pasan como seres humanos, no la podemos contar como si estuviéramos contando canicas. Y que cuando hay más de dos personas involucradas en una historia, tratar de buscar explicaciones a las cosas que suceden es sencillamente imposible.
Las cosas que pasan son como son. Solamente puedo intentar comprender y conocer la naturaleza de mi mente.
Tener una intención, actuar conforme a una intención. Pero no soy responsable del resultado de mis acciones.
Y también comprendo que cuando puedo salir y ver más allá de mi propia historia personal, de mis deseos, de lo que invento, puedo entender que las cosas son y suceden como son. No hay malo. No hay bueno. No hay mejor. No hay peor.
Todo es exactamente como es sin adjetivos calificativos, ni palabras rimbombantes.
A veces me gusta más como se manifiestan las cosas de la vida. A veces menos.
Pero se que aunque hoy no entienda porque todo sucede como sucede, el orden divino de los acontecimientos tal y como es, es perfecto y siempre tengo la posibilidad de crear un drama por que las cosas no suceden de acuerdo a como quisiera que sucedieran o agradecer las cosas que sí suceden y que sí tengo el día de hoy, tal y como me las presenta la vida.