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El tiempo de vida laboral

Existen profesiones que son tan demandantes físicamente hablando que difícilmente se pueden seguir realizando pasada cierta edad. Quienes nos dedicamos a dichas actividades solemos entrar en la definición de “los que vivimos de nuestro cuerpo”.

Cada una de esas actividades tiene sus propias edades límite, aunque dichas edades suelen ser rebasadas por personas muy creativas, disciplinadas o bendecidas por un cuerpo muy saludable y resistente.

Así, llegada cierta edad (distinta para cada profesión y practicante) resulta difícil seguir siendo gimnasta, bailarina, boxeador, futbolista profesional, modelo de revistas, edecán e, incluso, profesor de yoga, por mencionar algunos ejemplos.

Conforme pasan los años y he llegado a toparme con lesiones en mi cuerpo, he pensado más y más sobre mi retiro, algo en lo cual francamente no pensaba al momento de dedicarme a dar clases de yoga. Con el paso de los años, he visto distintas respuestas a la preocupación sobre el de qué vivir siendo ya un adulto mayor, respuestas que enumero a continuación con el anhelo de promover una reflexión sobre el retiro.

Muchos de mis conocidos, al igual que yo al principio, nos lanzamos a trabajar sin pensar en el retiro. Unas pocas amistades que hace más de cuarenta años tomaron el mismo camino han logrado una posición económica estable y se sienten seguros con su futuro gracias a alguna de las opciones que enumero abajo; otros, ciertamente, están pasando por una situación económica que parece hacerse más difícil conforme pasan los años. Otros más, cuya edad ya ha rebasado los ochenta años, han pasado a depender de sus descendientes, lo cual no suele ser en las condiciones más dignas posibles.

Algunos grandes maestros ya mayores de edad siguen dando sus clases y parecen decididos a hacerlo hasta el fin de sus días. Algunas diferencias son que demuestran menos las posturas y dictan más sus clases; muchos de ellos aprovechan el ser maestros con un gran renombre para ofrecer eventos especiales para muchos alumnos, con ingresos más importantes que lo que ganarían por clases regulares. Así, una forma de optimizar su energía es disminuir las clases semanales sustituyéndolas con esos eventos especiales (talleres, retiros, clases magistrales, formaciones de maestros), que pueden ser mucho más espaciados. Sin embargo, es importante tener claro el riesgo que implica apostarle todo a esta opción: no todos los practicantes llegan a ser tan populares como para generar estas formaciones de maestros de forma exitosa (para ser franco, es común que los practicantes nacionales no valoren a excelentes maestros que tenemos en nuestro país y prefieran certificarse con extranjeros); además, hay un alto riesgo de lesionarse en el camino, al pretender vivir de nuestro cuerpo ilimitadamente.

Otros maestros optan por poner su propia academia de enseñanza, lo cual suele suceder con bailarinas, boxeadores u otros deportistas. En un principio, se requiere de desempeñar múltiples funciones para poder reducir gastos: uno mismo abrir y cerrar, dar casi todas las clases, contestar el teléfono y hacer la limpieza, por ejemplo, lo cual no solo es desgastante, sino que requiere de una gran fuerza de voluntad, compromiso y el poseer múltiples habilidades. Mas, si todo sale bien, poco a poco se podrá ir delegando esas funciones en otras personas cuando la prosperidad económica lo permita. Si bien, tener una escuela puede ser amenazador por las múltiples responsabilidades y riesgos que enfrenta (pagar renta, luz, agua, teléfono, sueldos y prestaciones; así como la posibilidad de perder la inversión hecha para adecuar el lugar, en caso de quiebre), puede ser una opción viable y saludable para seguir cercanos a la actividad que tanto nos gusta sin desgastar nuestra salud.

Tengo conocidos que conscientemente han decidido centrar sus clases en instituciones (escuelas o gimnasios) que incluyan en sus prestaciones un ahorro para el retiro (el modelo actualmente predominante es el Afore, la mayoría de nosotros no alcanzamos a participar del modelo anterior de pensión). Esto es una decisión bastante inteligente si el trabajador labora de lleno en ese tipo de instituciones y hace ahorros independientes en su propio Afore, pues se necesita de un ahorro importante para lograr una pensión mensual digna. Por dar un ejemplo del resultado final: si el trabajador, al momento de su retiro, ha logrado ahorrar un millón de pesos en su cuenta de Afore, lo que obtendrá aproximadamente es una pensión mensual de diez mil pesos (lo cual no sabemos para cuánto alcance al suceder dicho retiro).

Otros hemos optado por tener habilidades alternas que nos permitan otra fuente de ingresos menos desgastantes para el cuerpo que el dar clases de yoga. Algunos somos psicólogos, otros brindan terapias alternativas y unos más son maestros universitarios, investigadores, vendedores o productores. Esta opción no resuelve el tema del retiro, pero en todo caso nos da una opción probablemente más amable para el cuerpo que vivir de dar clases al llegar a cierta edad. En tales casos, es algo inteligente procurarse de actividades que cuenten con un ahorro para el retiro; en caso de no ser así, es de gran importancia que nosotros mismos pongamos atención en dicho ahorro.

Una opción más que he visto, que aunque suene simple, no siempre es sencilla o al alcance de todas, es la de amigas que hallaron una solución bastante tradicional: casarse con un hombre rico, confiando en que su solvencia económica habrá de proveerles de un retiro cómodo. Algunas de las amistades que trato que hacen uso de esa solución son muy felices y están tranquilas con ello; otras parecen estar pagando precio emocional más o menos difícil para sostener esa situación y otras, francamente, han hecho o están haciendo formaciones de yoga para poder tener la libertad de separarse. Yo sinceramente creo que el que ambas partes de la pareja sean económicamente independientes y gesten su retiro, juntos o por separado, le da a la relación la seguridad de que es por convicción y no por dependencia que la pareja sigue unida.

No faltan tampoco aquellos que ya tenían solucionadas sus necesidades económicas desde antes de empezar a trabajar. Sus padres tuvieron a bien heredarles bienes raíces (casas o departamentos) con cuya renta pueden contar. Algunas de las amistades que tengo que han tenido esa libertad han sabido aprovecharla para realizarse en la vida de forma esplendorosa; mientras que otros, al tener su situación económica resuelta, nunca tuvieron el brillo y la solidez que brinda ser un adulto que ha enfrentado dificultades y sabido salir adelante.

Y tú, que ahora vives de dar clases de yoga, ¿Tienes claro de qué vivirás después de los 60 o 70 años? ¿Estás haciendo ya lo suficiente para que ese plan alterno sea una realidad?

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