¿Qué dice tu cuerpo?
En la práctica de Yoga, el cuerpo tiene un protagonismo especial. Muchas veces nos enfrentamos con el, identificándonos más con la mente, o con los pensamientos que aparecen en el momento de la práctica. Pensamos que nuestro cuerpo es así o asá, que a ver a qué horas se dobla más, o adquiere más fuerza, que a ver cuándo cambia de forma por una más armónica.
Sin darnos cuenta, interponemos una gran zanja entre la mente y el cuerpo, entre los sentimientos, las emociones y el cuerpo; creamos más separación entre nosotros y nosotros mismos… Y es que nuestro aprendizaje en Yoga está condicionado por el concepto cultural que tenemos del cuerpo, y por cómo nos relacionamos con él a lo largo de nuestra vida.
El Yoga es un terreno fértil para transformar esta mirada.
La práctica de Yoga puede ser un espacio de exploración, para acercarnos con una mirada curiosa y compasiva a nuestro ser-cuerpo, escuchando sus historias, reconociendo sus lugares inmóviles o con tensiones crónicas, y dándoles más espacio, para recuperar su movimiento natural.
A mi me gusta imaginar que las sensaciones son esa información que el libro sagrado de mi cuerpo me regala. Cada sensación, una célula de conocimiento única, que puede llevarme a descubrimientos que me sorprenden.
En los Yoga Sutras (2.1), la práctica de Svadhyaya, que forma parte de Kriya Yoga, se refiere al autoestudio, al reflejarse a sí mismo, lo cual se hace también a través de las escrituras sagradas.
Así, cada uno de nosotros, a través del cultivo de la sensibilidad, tenemos la posibilidad de conocer ese universo interno de nuestro cuerpo, que posee su propia sabiduría, y compartir ese conocimiento con los demás.
Desde esta perspectiva, el Yoga se mantiene vivo y se renueva en cada practicante, en el terreno fértil de su práctica personal.
¡Qué maravilla tener esta herramienta que nos permite bucear cada día, recolectando visiones y experiencias nuevas, para nutrir nuestra práctica y enseñanza!