Hace dos días, el mundo celebró su 34ª Día Internacional de la Paz. Dos días a partir de ahora, los líderes de todo el mundo se reunirán en las Naciones Unidas y reafirmaran su compromiso con 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, entre ellos el objetivo Nro. 16, promover paz y justicia. Esta semana, entonces, es una ocasión perfecta para que reflexionemos sobre un concepto que todos nos esforzamos en alcanzar pero cuyo significado real a menudo se nos escapa.
Por lo general, pensamos y hablamos de la paz como la ausencia de cosas malas. La paz es la ausencia de guerra. La paz es la ausencia de violencia. Pero la verdadera paz no es sólo la ausencia del mal; es la presencia del bien. La paz es que las personas logren satisfacer sus necesidades humanas más básicas. La paz es que la gente pueda intercambiar conocimientos e ideas. La paz es que la gente pueda compartir sus experiencias en respeto mutuo. La paz es gente a trabajando junta hacia un objetivo común.
A simple vista, esto puede parecer una pequeña distinción semántica. Pero, en la práctica, la diferencia entre una paz negativa -la ausencia del mal- y una paz positiva -la presencia del bien- tiene enormes consecuencias.
En los últimos 10 años, he trabajado con cientos de ex niños soldados. He visto de primera mano que, para estos jóvenes hombres y mujeres que se han visto obligados a cometer algunas de las atrocidades más brutales imaginables, no es suficiente simplemente eliminar la violencia de sus vidas. Podemos sacar un joven de un grupo armado, pero a menos que llenamos ese vacío con algo positivo -con una educación, un trabajo, una comunidad- no sera verdaderamente libre. Él sigue siendo un soldado de corazón, y cuando en el futuro, en cinco o diez años, el próximo conflicto estalle, será uno de los primeros reclutados de nuevo para el campo de batalla.
Para estos niños -y en el mundo que nos rodea- la construcción de una paz duradera requiere no sólo que terminamos los conflictos y la violencia, sino que construyamos sociedades que permitan a todas las mujeres y hombres aprender libremente, convertirse en participantes activos en sus economías locales y, lo más importante, sentirse seguros en sus hogares y aldeas.
Este principio es especialmente relevante en el sur de Sudán, un país que ha estado en lo alto de mis pensamientos recientemente. Hace unas semanas, las fuerzas gubernamentales y los rebeldes del sur de Sudán, finalmente firmaron un acuerdo de paz después de una guerra civil de 20 meses que se ha traducido en una cantidad insoportable de sufrimiento humano -decenas de miles de muertos y el desplazamiento de aproximadamente 2,2 millones de personas. Este acuerdo de paz es un paso importante en la dirección correcta, y todos nosotros en la comunidad internacional esperamos que ambas partes cumplan sus acuerdos. Pero incluso este cese de la violencia no es garantía de una paz verdadera.
El acuerdo me genera optimismo acerca de que el pueblo de Sudán del Sur pronto tendrá algo de alivio de este terrible conflicto, pero lo que realmente me da esperanza para el futuro de esa nación, son los notables jóvenes, mujeres y hombres, que he conocido y con los que he trabajado allí. He hablado con los jóvenes en el campamento de-protecciòn-de-civiles de la capital, Juba, que, a pesar de todo lo que han pasado, hablan con una pasión inquebrantable sobre trabajar juntos para reconstruir su país. He conocido a los maestros que me han dicho lo emocionados que están por terminar su entrenamiento y regresar a sus comunidades y ayudar a asegurar que todos los niños en Sudán del Sur reciban la educación que él o ella se merecen. He visto a mujeres y hombres cruzar sus líneas étnicas para advertirle a otros sobre un peligro y unirse para abogar por la no violencia y la reconciliación.
Eso es lo que la verdadera paz -una paz positiva- conlleva. Todos estos hombres y mujeres jóvenes han identificado una necesidad en sus comunidades, y han trabajado todo lo posible, a pesar de la violencia, para llenar esa necesidad. Su valor es un ejemplo para todos nosotros.
No sólo en el sur de Sudán, sino en todos los países del mundo -incluso en los que técnicamente no tienen un conflicto armado- hay necesidades humanas básicas insatisfechas. En México, las pandillas y los cárteles están sacando a los jóvenes de la escuela y del empleo. En Uganda, las mujeres y los hombres están luchando para salir de los círculos viciosos de desempleo y el alcoholismo. En los Estados Unidos, un hombre afroamericano joven tiene 21 veces más probabilidades de ser asesinado por la policía que un joven blanco. Estos son los síntomas de las sociedades que todavía están luchando para alcanzar la verdadera paz.
La Iniciativa Whitaker para la Paz y el Desarrollo trabaja en países afectados por el conflicto y la pobreza para empoderar a los jóvenes para que logren convertirse en agentes de cambio positivo en sus comunidades. Nuestra misión es identificar jóvenes apasionados, mujeres y hombres, que han demostrado un compromiso con hacer una diferencia, y conectarlos entre ellos para que puedan hacer frente a los desafíos que enfrentan sus comunidades. Colaborando con Ericsson, Zain, la UNESCO, entre otros, ofrecemos a estos jóvenes líderes, formación en la construcción de paz, mediación de conflictos y gestión de proyectos, y luego los apoyamos en el trabajo conjunto diseñando e implementando proyectos que tengan un impacto positivo en su ciudades y barrios.
Tenemos la suerte de vivir en una época en la que crear estas coaliciones de mujeres y hombres con ideas afines y conseguir apoyo para su causa común son más fáciles que nunca. El Internet y las redes sociales nos dan a todos nosotros un micrófono que nos permite hablar en contra de la injusticia dondequiera que la vemos, y para construir movimientos que conformen el universo que queremos darle a nuestros hijos.
La construcción de la paz no es sólo una responsabilidad de los presidentes, parlamentos, y las Naciones Unidas. Todos podemos preguntarnos qué desafíos enfrentan nuestras propias comunidades, y cómo podemos trabajar juntos para traer la paz y el bien en la vida de los que nos rodean. Incluso una aparentemente pequeña acción -enseñar a un niño a leer, dar a una persona con hambre algo para comer, o simplemente escuchar a un amigo que necesita ayuda -puede causar ondulaciones que generan un gran impacto.
En las palabras de Desmond Tutu, uno de los grandes campeones del mundo por la paz, “Haz tu pequeña parte de bien donde sea que te encuentres, son esos pequeños trozos de bien todos juntos los que inundarán el mundo.”
Asi como los líderes internacionales se reúnen esta semana para declarar su apoyo a la paz y el desarrollo mundial, que nuestros propios actos de bondad se unan para crear una paz positiva que inunde el mundo.
Publicado en The Huffington Post el 23 de Septiembre de 2015.
Forest Whitaker es un Enviado Especial de la UNESCO para la Paz y la Reconciliación y el fundador y director ejecutivo de la Iniciativa de Paz y Desarrollo Whitaker. Más información sobre el autor en su página web, Twitter y Facebook.