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​Karma y Libertad

El concepto de Karma suele ser comprendido como la dinámica entre acción y reacción. Solemos entenderlo como las deudas que tenemos por actos
realizados en otras vidas.

La raíz de la palabra Karma significa hacer, querer o actuar. Podemos
describir a las cosas por lo que pueden hacer. Su función nos habla de lo que son.

Toda emoción es la manifestación de un
hacer, de un deseo, por lo que, en esencia, son expresiones del karma. Nuestras acciones determinan la manera en que nos relacionamos,
con la vida y con los demás.

Es común pensar que somos víctimas
del karma, cuando en realidad, podemos involucrarnos en
el, y así lograr que las cosas sean diferentes, ejercer
la fuerza del cambio con nuestra postura, con
nuestros actos.

La práctica de yoga, es en esencia un camino de involucramiento con la
fuerza del karma. Consiste en una práctica
que puede conducirnos a ver a través del hacer, que nos abre la mirada a entender
los procesos. Thomas Hübl, en su programa,
The Mystical Principles of Healing, nos
ofrece una descripción interesante sobre lo
que es la mirada mística, describiéndola como la capacidad para ver la trama de la
vida, al tiempo que vemos como se construye esa trama, de la misma manera que un cineasta
puede ver el guión y los detalles de producción,
iluminación
y edición
a un mismo tiempo.

Cuando nos cuestionamos sobre cómo
suceden las cosas, nos estamos involucrando en ellas, tal y como se describe el
yoga de la acción en la Bhagavad
Gita.

Todo lo que yoga es, radica en una manera de
enfrentar un mundo que es dictado por el karma, y
descubrir que ciertos actos nos liberan, mientras otros nos atan.

Es trascendental darnos cuenta que karma no
solo se refiere a las acciones definidas como causa y efecto y sus consecuencias,
sino que también
tiene que ver con el espectro de posibilidades y probabilidades que de nosotros dependen.

Ser yogui, tiene como trasfondo un anhelo inmenso por lograr que nuestros actos
sean significativos y efectivos. Podría decirse que consiste en aprender a honrar la
vida como una forma de ritual, un acto deliberado de conciencia, un deseo de comprender la
historia que está
atrás
de cada suceso. Traer conciencia a
nuestros actos nos ayuda a crear una narrativa de la acción.

Una ética ritual consiste en comprender que nuestros
acciones,
por un lado son una posibilidad de esclavitud, pero a la vez son un gran instrumento de
liberación.

La pregunta entonces es ¿Cómo involucrarnos en
la vida?

Nos involucramos cuando buscamos patrones y modelos que nos
permiten observar la vida, desde una mirada fenomenológica, y de esa manera, darnos el espacio para decidir como
responder, en lugar de actuar desde un impulso inconsciente.

El sentido auténtico de ritual
implica una intención deliberada que
puede repetirse y verificarse, es decir desarrollar la capacidad para observar
las acciones por sus efectos.

Esto, paradójicamente es todo,
menos una forma de condicionamiento. Por
el contrario, es un camino hacia la libertad, comprendido la liberación karmática, como la
capacidad para no dejar procesos inconclusos, que nos esclavizan a la rueda del
Samsara.

Somos, indudablemente, la consecuencia de acciones pasadas, y en
este nivel de existencia, tenemos acceso a mirar a esas acciones que estamos
realizando en esta vida, no a solo preocuparnos pasivamente, por el karma que
nos pudiera venir de otras vidas, cuando se contempla la reencarnación.

Ser Humano es un gran privilegio, no solo comparado al
reino animal, como muchos piensan, sino comparado incluso al reino de ciertos
seres celestiales. En la película realizada por
Wim Wenders, “Las Alas del Deseo” nos encontramos con un ángel que anhela abandonar su estado de inmortalidad, deseando el
estado finito del ser humano, donde puede experimentar el deseo, el logro, el
dolor y también la posibilidad de
transformar. En la mitología de la India se dice que los dioses temen a los yoguis, por que
habitan en el territorio de lo humano, donde podemos corregir nuestras
acciones, una y otra vez, hasta perfeccionarlas, hasta lograr que estén bien logradas.

Los seres perfeccionados, siddhas, buddhas, son ejemplares que al
haber despertado, nos muestran lo que significa la experiencia, el estado y la
calidad de la libertad. La liberación no es un logro, sino un estado de conciencia.

Estos seres, nos muestran lo que significa apreciar y aprehender
la realidad en términos distintos a
quienes estamos atrapados en el ámbito
de las acciones que nos esclavizan.

Punya, significa mérito, el acto de cultivar acciones que contrarrestan el karma,
como lo son la compasión, la paciencia, el
amor. El deseo desmedido nos atrapa,
muestra una incapacidad de autoregularnos, una insaciabilidad que nos conduce a
acciones indeseadas que vuelven a situarnos en la trama de procesos
inconclusos.

El desarrollo de una moralidad superior es una forma de realización que no está determinada por
las reglas del mundo. Es cambiar la
condicionalidad, por la incondicionalidad. Comprende librarnos de la búsqueda de recompensa. Una
conducta ética es perfecta en
sí misma y un acto perfecto es un acto
cerrado, terminado. Es un tipo de acción que no genera karma y que a su vez contribuye a la evolución de la humanidad.

www.yogamexico.com

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