Mucha gente se siente desconectada de sí misma, siente que le falta “algo” y busca por todos lados eso que cree que conseguirá “allá afuera”. Creen que al encontrarlo lograrán, finalmente, sentirse más felices. Estar a gusto con nosotros mismos y con la vida depende de nuestra actitud, y para lograr una actitud optimista que nos conduzca a la felicidad debemos trabajar no sólo con nuestro cuerpo y nuestra mente, sino también debemos incluir la espiritualidad en esta ecuación.
Dicen los psicólogos que el papel que juega la fe en el proceso de transformación de sus pacientes es fundamental: quienes creen en algo superior o divino se sobreponen a las adversidades con mayor facilidad, logrando con ello una mejor evolución y una transformación de su actitud más veloz que quienes no tienen fe en algo. Pero, ¿qué es eso de tener fe? ¿Hay que creer en algo, por ejemplo en Dios, para ser felices? Se confunde la espiritualidad con la religiosidad, y son dos cosas distintas. La espiritualidad es cómo nos relacionamos con eso sagrado o divino que existe en el universo, y cómo lo integramos a nuestra vida cotidiana. Es un proceso de búsqueda y descubrimiento, de asirse a algo sagrado e infinito que nos permite darle a nuestra vida un propósito y un significado más amplio. Cuando ejercemos nuestra espiritualidad se desarrolla en nosotros una actitud más serena y confiada: confiamos en que las cosas tomarán su cauce por sí solas, confiamos en que todo tiene un sentido y soltamos el control. Nuestra actitud es de confianza.
Se puede ejercer la espiritualidad de muchas maneras: practicando alguna religión, buscando momentos de meditación y serenidad para estar en contacto con lo divino, lo sagrado (con nosotros mismos), pero sobre todo, conectándonos amorosamente con los demás. Por ejemplo, los maestros de yoga afirman que la práctica no debe quedarse en el tapete… hay que llevarla a la calle y compartir nuestra serenidad y nuestra paz con los demás. Ahí, en ese punto de encuentro con el otro, es donde ejercemos la conexión espiritual que nos fortalece y que alimenta una mejor actitud (en nosotros y en los demás) y, por ende, nos conduce a la felicidad.
Hay que integrar la espiritualidad a nuestra vida cotidiana escuchando a los demás, siendo compasivos, ofreciendo algún servicio y, claro está, buscando espacios de meditación y serenidad para nosotros mismos. Sólo así nuestra actitud podrá ser más constructiva, plena y, finalmente, conducirnos a una vida más dichosa.
¡Saludos!
Cynthia Leppäniemi es autora del libro “Tu felicidad depende de tu actitud”, de Editorial Diana.
Dice Denis Waitley que “la felicidad no es un destino sino la experiencia espiritual de vivir cada minuto con amor, gracia y gratitud”.