¡Qué fácil es fruncir el ceño, apretar los labios e ir por la vida quejándonos de todo! Que si el gobierno, que si el trabajo, que si el tráfico, que si mis maestros, que si mi pareja, que si mis hijos, que si estoy gordo, que si estoy muy alto, que si no tengo fuerza…
La lista puede ser eterna y entrar en esta dinámica es más sencillo de lo que imaginas. Basta con que alguien comience con la primera inconformidad y ¡zas!, cual contagio, te subes en el barco y comienzas a navegar en el mar de las lamentaciones.
Recuerdo claramente cuando hace un par de años llegué a la oficina de un jefe con una lista enorme de quejas y después de escucharme simplemente dijo: “Daniel, es lo que hay”. En ese momento comprendí que no podía cambiar la que ocurría a mi alrededor pero si podía modificar mi actitud interior. Dice Archie J. Bahm que “de la serenidad, surge el gozo supremo”. Y se refiere a vivir en santosha, el segundo de los niyamas que describe Pantañjali en sus Yoga Sutras:
A partir del contento y la benevolencia de la consciencia surge la suprema felicidad.
II.42 Y.S.P.
Ana Paula Domínguez escribe en su libro El mapa de la felicidad (Diana, 2010): “La felicidad es tener el menor sufrimiento posible. Pensar que la vida que vives es maravillosa, la casa que habitas, preciosa, la persona con quien estás, extraordinaria y la cantidad de dinero que tienes, suficiente. Estas cosas te hacen feliz”.
Baba Hari Dass añade un comentario que resalta la importancia de incorporar santosha a la disciplina personal: “Más que un estado mental pasivo, el contentamiento constituye una virtud que ha de ser cultivada con el fin de liberar la mente de los efectos del placer y del dolor. Cuando se perfecciona esta observancia, la persona se libera de los deseos y entonces alcanza una felicidad sin límite”.
En otras palabras, se trata de mantener un estado de felicidad y paz contigo, y con otros, estar cómodo con lo que tienes ahora, independientemente de lo que ocurre en el exterior.
Durante tu práctica de hatha o ashtanga vinyasa yoga, es común que en ciertas posturas experimentes gozo y dicha. No es la postura en sí sino el estado mental sereno, en paz, que te permite conectar con el corazón. Practica con una actitud de desapego y lleva tu atención al lugar de dónde surgen esos sentimientos.
Meta Chaya, una maestra de yoga en Nuevo México, recomienda que una manera sutil de practicar santosha es hacerte consciente de la frecuencia con la que bajas tus cejas, arrugas la frente y tus labios están rígidos en señal de enojo. Cuando lo notes, entonces esboza una sonrisa y observa cómo cambia tu estado. En cierta ocasión, alguien mencionó que una simple sonrisa en el rostro es señal de que te encuentras frente a un gran ser.
¡Namasté!
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