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La práctica de la entrega: Ishvara Pranidana

Cuando viajé a la India para estudiar en el KYM, la escuela de T.K.V. Desikachar, hijo de Sri. Krishnamacharya, tuve la oportunidad de sentir el pulsar de una cultura, que aunque llena de contrastes, nos muestra la cara de la devoción en cada esquina.
Mi llegada a Chennai fue bendecida con la posibilidad de participar en una ceremonia que cada mes se realiza en lo que era la propia pequeña casa de Sri Krishnamacharya, en su honor y memoria. Todavía con el horario cambiado, me fui envolviendo en los cantos devocionales de alumnos y familiares, mientras que unas sandalias de plata que siempre están a los pies de ese altar, eran lavadas por mujeres vestidas en sus bellos saris. Estas sandalias eran frotadas a lo largo de todo el ritual con agua de coco y diversas esencias, al ritmo de estos mismos cantos. De la misma manera, cada mañana al caminar hacia el Mandiram, además de sentir a la ciudad en su transición del amanecer hacia la luz del día, podías ver a tu alrededor los múltiples rituales cotidianos que los habitantes de Chennai realizaban: mujeres que vendían guirnaldas para los altares domésticos, rangolis pintados en el piso en las entradas de las casas, que son considerados diagramas sagrados ofrecidos a Lakshmi, (la diosa de la prosperidad y la abundancia) y cuya duración es sólo de ese día para volver a ser elaborados a la siguiente jornada; altares en los pequeños y grandes comercios en los que siempre conviven Ganesh, Lakshmi y Saraswati con sus merecidas ofrendas, hombres con señales pintadas en la frente que indican sus preferencias devocionales, procesiones diversas acompañadas de cantos hermosos y la concurrencia de miles de devotos en cada uno de los templos que visites.

Puedes darte cuenta, en el compartir con la gente, que su cultura invita a hacer ofrendas constantes, desde su forma de saludar, su forma de obsequiarte con golosinas o pequeños detalles o la manera en que se preparan para crear una comida, considerando una vez más que nunca falta ese pequeño altar en la cocina. Este sentido de ofrenda nos recuerda que la atención plena a los pequeños detalles nos permite darnos cuenta de que somos una pieza de un mapa mucho más grande, de un universo infinito. Nos despierta a la necesidad de mover y cambiar cada día nuestra perspectiva para poder alinearnos con una fuerza superior a nosotros, y así abrirnos a la gracia y a la bendición.

Ishvara Pranidhana, cuyo significado principal es entregar los frutos de nuestras acciones a una fuerza superior a nosotros se enmarca en esa práctica cotidiana que cada uno podemos hacer para abrirnos a esa gracia divina que nos guía en nuestros actos. Para nosotros los Occidentales, es una práctica difícil de entender. Esto lo he podido constatar en las clases que imparto sobre Filosofía del Yoga, pues es uno de esos conceptos que provoca la mayor cantidad de expresiones de asombro e incertidumbre.

Siempre surge la pregunta ¿pero, que significa ofrecer los frutos de nuestras acciones? ¿Qué representa esa entrega a una fuerza superior a nosotros?

Nuestra cultura nos ha enseñado, tal vez sin darnos cuenta de ello, a dirigirnos a esa fuerza superior a nosotros, sólo cuando hemos luchado hasta el cansancio para obtener algo, o cuando nuestra desesperación es tan grande que, cómo ya no sabemos qué hacer, le pedimos a Dios que nos ayude. Es casi siempre una práctica de emergencia. Sin embargo, Patanjali nos dice en el primer capítulo de los Yoga Sutras, que acercarnos a Ishvara, puede ser una de nuestras mejores prácticas para desenmarañar a la mente. En el segundo capítulo, dentro de los ocho brazos del yoga, Ishvara Pranidhana, que es uno de los Niyamas, (segundo brazo), se convierte en apuntalamiento esencial de la transformación personal, junto con una práctica disciplinada (tapas) y el estudio de uno mismo o autoconocimiento (svadhyaya). Para Patanjali, Ishvara Pranidhana es un método sumamente poderoso para aquietar y redirigir la mente; es un camino hacia la unión, hacia Samadhi.
Olvidarnos de nosotros, desde la perspectiva del ego, sabernos inmersos en el mundo, reconocer que formamos parte de una red infinita, derrumba nuestra visión de túnel. Cuando un aspirante a yoga descubre la posibilidad extraordinaria que su propia práctica de yoga (incluyendo meditación, pranayama, asanas y cantos devocionales) representa para establecer esa conexión con una fuerza superior a él mismo, cambia por completo su perspectiva de por qué y para qué práctica. Se da a sí mismo la oportunidad única de convertirse en canal de la gracia cada mañana; de dejarse guiar en sus decisiones por una fuerza superior a sí mismo. Se abre a que cada uno de sus actos, por el resto del día, quede inmerso en un plano más humano, más compasivo y de mayor integridad personal.

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