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La práctica natural: Alimento para la vida

“El verdadero examen moral de la humanidad consiste en su actitud ante los animales. Y en este sentido los hombres han sufrido una derrota tan fundamental que todas las demás derrotas provienen de ahí”.

Milan Kundera

Hay un fragmento de entrevista que aparece en el libro “Jivamukti Yoga” de Sharon Gannon y David Life, donde Shri K. Pattabhi Jois enuncia la práctica Yogi más importante en este tiempo. Él indica: “La dieta vegetariana es la práctica más importante para el yoga”. Pattabhi Jois había sido un fuerte crítico hacia el consumo de carne, diciendo directamente que no hay otra opción para el practicante de Yoga más que una dieta vegetariana. Comer carne vuelve rígido el cuerpo y dificulta la respiración.

Este fragmento concentra sutilmente la esencia del Yoga, pues ofrece la puntada central del tejido ético de nuestra práctica. ¿Por qué afirmaría que el vegetarianismo es lo más importante, tanto más que los rasgos físicos y de meditación con que se asocia popularmente el Yoga? ¿Qué hay detrás de esa decisión consciente de no alimentarse con productos de origen animal, que se relaciona ineludiblemente con el Yoga? La respuesta también es piedra de la práctica por cuanto las muchas aristas de su interpretación son sólo pétalos de una misma verdad en su fondo.
Es cierto que la dieta vegetariana puede representar una herramienta poderosa para la salud humana. Se reducen considerablemente los niveles de colesterol en la sangre, pues la proteína vegetal a diferencia de la animal no la contiene; y ya que las dietas vegetarianas son bajas en grasas saturadas, el sistema circulatorio así como el trabajo del corazón tiende a ser más estable. La presión sanguínea también se ve disminuida por la acción de este tipo de dieta, así como las cantidades de sodio y azúcar en sangre. Estudios diversos opinan que una dieta vegetariana ayuda a prevenir el cáncer. Es cierto que los procesos digestivos alcanzan su máxima eficacia, pues para el cuerpo es más sencillo descomponer y aprovechar los nutrientes vegetales que las grasas animales.
Es cierto que el actual proceder de las industrias de carne y productos de origen animal, obligan a que los resultados  (si bien funcionales respecto de la cantidad de producción), provengan de fuentes no sólo poco éticas en el trato hacia los animales, sino riesgosas para la salud de quien las consume: el hacinamiento, el encierro de los animales y la sobrealimentación (a veces forzada) produce en ellos un estrés que permanece químicamente en su carne; la utilización de hormonas, anabólicos, antibióticos y promotores del crecimiento permanecen en el cuerpo del animal que habrá de ser consumido.
Es cierto que para la salud de nuestro planeta tierra, el exagerado consumo de productos animales representa un problema, por ejemplo, la crianza de animales para consumo humano representa una de las fuentes más temibles en cuanto a la contaminación del agua porque estos animales generan 130 veces más excremento que el producido por toda la raza humana y gran cantidad de los restos de esta industria termina en las corrientes de los ríos y mares, contaminando el agua. Es cierto que la cría de millones de animales para el consumo humano implica una sobreexplotación de los recursos naturales y energéticos del planeta. Es un dato poco conocido que un gran porcentaje de la deforestación de zonas arboladas y selvas, es para la adaptación de tierras para el pastoreo del ganado. Además, en los Estados Unidos, una tercera parte de la energía petrolífera se utiliza para la crianza de estos animales, cuando los resultados finales son desproporcionados: para la creación final de una sola hamburguesa, se ha utilizado la energía suficiente para 17 duchas o para conducir un auto pequeño por 20 millas. Es cierto que para producir una porción de carne, se requiere 25 veces más energía que para producir la misma cantidad de una porción vegetal. Es cierto que la cantidad de agua y cereales usados en su engorda representan poco menos de la mitad de los producidos a nivel general. Es cierto que de no ser para este uso, podría erradicarse cualquier rastro de hambre en el mundo. Explícitamente, si plantáramos 100 metros cuadrados de soya, se obtendrían 5 kilos de proteína, suficientes para alimentar a 70 personas durante un día, pero si es usada para el ganado, finalmente se conseguirá medio kilo de carne, mismo que sólo podrá alimentar a dos o tres personas (para más información al respecto, buscar el documental “Home” del francés Yann Arthus Bertrand). No es difícil entender el abismo ético en la industria de la carne, cuando por usar el ejemplo de Guatemala, el mayor exportador de carne para los Estados Unidos, el 75% de sus niños cursan algún síntoma de desnutrición. Aunque por supuesto, la zanja ética es perpetua para los animales sacrificados. Ellos son negados de su vida entera, de su cuerpo en esta tierra para dar una satisfacción momentánea a los humanos, para llenar los bolsillos de quienes les explotan. La forma de hacerlo, por lo demás, representa una de las frialdades más terribles del hombre, pues no reparan en el sufrimiento del animal, que antes de ser caído, ha pasado por una corta vida de encierro y hacinamiento privado de sus instintos. Ya no diremos que los animales son sacrificados, pues la palabra denota una ofrenda sagrada, espiritual, donde no la hay.  Es cierto que los animales criados para estos fines son vistos como máquinas de leche, carne o huevos, y nunca como seres vivientes con necesidades y derechos. Ya ni siquiera como seres capaces de sufrir. Herman Hesse en su libro Narciso y Goldmundo reflexiona así sobre la experiencia de ver a los peces en el mercado: “¿por qué [los hombres] no veían aquellas bocas, aquellos ojos espantados ante la muerte y aquellas colas que se movían con furia? ¿por qué no veían la lucha inútil y desesperada, aquella insoportable transformación de los misteriosos animales de extraña belleza y cómo en la piel moribunda se estremecía el último suave temblor y luego se quedaban muertos, apagados, tendidos para que los otros comilones quedaran complacidos?”
Pero ¿por qué referirse a esta decisión vegetariana como la más importante del practicante de Yoga? Esta idea toca la raíz de nuestra experiencia. Si se comprende la decisión sutil de esta afirmación, todas las líneas alrededor del Yoga se concentran en una sola. La práctica de Yoga no se puede desarticular del proyecto ferviente de servir a otros en el camino de su liberación. No sólo la limpieza de Karmas pasados a través de las asanas, no sólo el control de la energía por la respiración, no sólo la quietud y el silencio de la meditación, sino la salida definitiva de un camino comúnmente humano de considerarlo todo a partir del “yo y lo mío”, hacia el océano puro del servicio y respeto a otros.
El filósofo Jacques Derrida, al referirse al tema de los animales no humanos, exalta la denegación generalizada que recrea el hombre en torno de este tema. El animal humano no quiere ver el cristal de este constante y funesto maltrato hacia el resto de los animales. Como si confabulara con el resto de los humanos para maquillar esta realidad, justificarla con supuestas superioridades cuasi divinas: “(…) los hombres hacen todo lo que pueden para disimular o para disimularse esta crueldad, para organizar a escala mundial el olvido o la ignorancia de esta violencia que algunos podrían comparar a los peores genocidios (…)”
Es verdad que después de todo este conocimiento, se abre una línea de pensamiento en torno a lo que nos llevamos a la boca, pues el alimento que con gusto consumimos tendría que provenir de una fuente ética si recorremos este camino de Iluminación, si queremos cumplir con Ahimsa, la no-violencia, si vivimos a flor de piel, cada día, la fuerza del Yoga.
Mas, ¿esa afirmación de Pattabhi Jois, cómo acaricia el recorrido del Yoga, qué descansa en el fondo de su aseveración?
Yoga es el camino para la liberación del ser individual, del Jiva, es un camino que des-cubre la verdad de un ser único que descose la individualidad para demostrar su magnetismo común, el Brahma. Una fuente cuyos cauces se diversifican para dar la apariencia de las diversas formas. Un des-velo de rostros y poses donde se halla el germen de una sola semilla, la misma que recorre a todos los seres de esta tierra, a la tierra misma. Hallada la perla que descansa en todos los seres vivos, la flor del loto engendrada en cada ser, ¿cómo se podría dañar a otros seres, sabiendo que no hay diferencia que no hay especies, que no hay nombres?…
Sí, la práctica importante es el vegetarianismo, si entendemos por eso la consecuencia de mirar más allá de lo que aparece, de reconocer la continuidad, el lugar que tomamos y del que somos responsables para cambiar. Que es cierto que el cuerpo funciona mejor, que no hay rigidez ni falta de respiración, que hay salud y que la tierra lo agradece, pero también es cierto que allí descansa una fina verdad de compromiso.
Namasté.
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Ideas para ayudar a los animales:
No hay mejor oportunidad para ayudar a los animales y al planeta en general que el consumo de una dieta responsable. Imagina que una persona con una dieta vegetariana o vegana (que no consume carne o ningún otro derivado animal) salva alrededor de 95 animales de criadero cada año, además de cientos de árboles y espacios naturales. Recomiendo esta página con buena información para lograr este cambio alimenticio, si las condiciones lo permiten: http://www.petaenespanol.com/feat/vsk/default.asp

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