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La repetición del mantra Reman 11,000 veces

Hace 4 años.
Es domingo 27 de Febrero. Estoy en Monterrey. Vine a la ciudad a una convención de yoga. Estoy terminando de comer en un restaurante Árabe. Recuerdo que tengo que preguntarle algo a mi maestro espiritual y le llamo por teléfono. Él está en Alemania. Sé que es el tercer año que está por partir a India con sus alumnos a hacer una meditación conocida como “Re Man”. Le deseo buen camino y le digo algo así como:

–Que increíble que ya te vas a India, muy buen camino, estaría muy bien poder ir.

– Pues alcánzanos hija, me contesta.

Me quedo muda. Es domingo y vuelo de regreso a México. Me duermo. Amanezco muda. Mis pensamientos operando a todo lo que dan. “Voy o no voy. Es una locura. ¿Y el trabajo? ¿Y el boleto? ¿Tendría que invertir todos mis ahorros?” Me quedo un rato más como en estado de shock. Mi corazón late a todo lo que da. Y reflexionó: si todo fluye y puedo dejar en orden mi trabajo, y ha de suceder, que así sea. Hago las llamadas correspondientes. Consigo a los suplentes para mis clases. Mi hermana me apoya en la misión de irme de retiro. Sigo pensando, meditando, escuchando el llamado de mi espíritu. Hago la llamada a la embajada. Me dicen que me pueden dar la visa de emergencia pero que tengo que llegar antes de las 13:00 hrs. con todo y fotos. Son las 12 del día. Imprimo unas fotos de la computadora, que parecen todo menos fotografías tamaño pasaporte. Me baño en 5 minutos. Llego en quince minutos porque curiosamente no hay tráfico. Llego a la embajada. La señorita mueve la cabeza de lado a lado y me dice que esas fotografías de plano no me sirven. Me indica que tengo poco tiempo para correr a tomarme unas de “maquinita”. Voy, regreso, lo logro. En el camino hago las llamadas pertinentes. Encuentro un vuelo que sale mañana a las 3 de la tarde. Lo reservo. Voy a tomar una clase. Voy a una comida. Voy a dar otra clase. Me duermo como a las 3 de la mañana dejando todos los pendientes listos. Para el martes ya estoy enseñando otro par de clases de yoga. Regreso a empacar mi maleta. Ya llego el taxi. Llego a tiempo al aeropuerto. Acabo los pendientes de trabajo en el aeropuerto. Me subo al avión y duermo hasta que llego a Frankfurt. Me quedo una noche en Frankfurt con todo y la nieve y los menos dos grados de temperatura. Para el miércoles ya estoy llegando a Delhi de madrugada. Me espera un chofer con un letrero en las manos que tiene mi nombre pero que no habla ni una palabra en ingles. Son casi 8 horas para llegar a Rishikesh. A mitad de camino paramos por un chai. Hace mucho frío y trato de dormir pero es imposible entre tanto bache y sonidos de claxons que suenan casi permanentemente. Finalmente llegamos al ashram de Sri Aurobindo, lugar en donde ya ha iniciado la meditación. Dejo mis cosas y voy a saludar muy fresca y feliz a mi maestro quien esta desayunando. Después de unos minutos, me dice:
-Bueno hija, pues ya empieza a hacer tu meditación que si no, no vas a acabar. Yo no entendí nada porque bien a bien no sabía a qué iba a India.
Mahan Kirn, una de las estudiantes de Guru Dev que también estaba ahí, me explico que teníamos que recitar el mantra “Re Man” de la tradición sikh por 108 horas, lo que equivalía a cantar el mantra 11,000 veces, aproximadamente ¡16 horas diarias!
El ashram está lleno de jardines hermosos y un templo circular en donde ya más de 50 estudiantes se encuentran recitando el mantra. Cada repetición es de aproximadamente 1 minuto y el mantra se estará repitiendo permanentemente en un aparato de sonido por los 7 días que durará el curso. Cada quien es responsable de contar las horas que lleva, de repetirlo en voz alta, en flor de loto, de pie o como le sea posible.
Yo empiezo muy entusiasta recitando el mantra a todo volumen y por supuesto tratando de sacar mi mejor voz y cantarlo de la forma más entonada. Comienzo a meditar sentada con las piernas cruzadas y la espalda muy derechita.

A la mañana siguiente, me entero de que hay una sesión de hatha yoga, que regularmente se enseña en el ashram y que nada tiene que ver con nuestro programa. A mí la verdad se me hace muy fácil y digo, pues bueno a estirar el cuerpo un poco. Y así es y sigue el día y sigo recitando el mantra.
Para la noche, me siento a punto de enloquecer. Aún cuando comemos y podemos charlar y distraernos, el mantra sigue vibrando en mi cabeza y no lo puedo detener. Además, estoy molesta porque no logro aprendérmelo de memoria y ya me duelen los ojos de leerlo y me cuesta trabajo pronunciarlo y llego a hablar con Guru Dev:
-Ya no puedo más, siento que me voy a volver loca y ya no quiero repetir más el mantra y no me lo puedo aprender, no lo entiendo.
Después de varios segundos de silencio me dice:
-No tiene importancia si no te lo aprendes y si no lo entiendes, lo único que importa es que entres en el flujo vibratorio del sonido, nada más.
Me duermo y al otro día amanezco muy emocionada y pienso: “pues bueno, a estirar el cuerpo se ha dicho” y llego al salón donde se imparten las clases de hatha yoga. Curiosamente llego temprano. Acomodo el tapete de yoga y me pongo en postura de balasana (postura del niño. hincada con la cabeza en el piso y los glúteos recargados en los talones.) Conforme llegan los alumnos al salón, en su mayoría rusos, me empiezo a sentir más y más nerviosa, y comprendo que en realidad no debo de estar ahí, que yo no estaba en ese ashram, en ese momento, en ese espacio de tiempo para estar tomando una clase de hatha yoga. Recojo mi tapete de yoga y con todo respeto me inclino hacia la instructora y salgo del salón, comprendiendo lo que realidad tengo que hacer. Entiendo que estamos haciendo lo que me gusta llamarle, una “tapasia”. Tapas, que significa quemar o transmutar a través de cultivar la disciplina.
Con humildad regreso al templo y sigo cantando mi mantra, y pasa un día y pasa otro y a veces a mediodía me pregunto, ¿qué hago aquí, al otro lado del mundo recitando este mantra?
Me siento muy afortunada y agradecida. Y paso del llanto a la alegría y por momentos me siento como ida y otras veces con una lucidez resplandeciente y en otras ocasiones percibo los canales energéticos en el cuerpo y otras una dicha inexplicable. El penúltimo día a las doce del día, ya no soy yo, estoy entre sentada y acostada y la vibración del mantra sucede por sí misma, y todo pasa y todo pasa….
La transformación sucede cuando somos disciplinados. Nada ni nadie nos puede dar la transformación, más que nosotros mismos. Nadie puede hacer la tarea por nosotros.

La buena noticia, es que este año no tenemos que ir a India para practicar esta meditación que en lo personal me cambió la vida. Se llevará a cabo en México del 19 al 26 de febrero en Hacienda Cantalagua, México. Si tienes más de dos años de meditar, eres muy bienvenido a participar. Acá todos los detalles. click aqui

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