Nuestra sexualidad es una parte completamente integra de nuestra vida. Al igual que beber, comer, respirar o dormir; no podemos tomar o dejar la sexualidad, de acuerdo a nuestra edad, estado civil o preferencia sexual. Desde una perspectiva inteligente y contemplando una verdad universal, es absurdo no cuestionar los patrones educativos y religiosos relacionados con nuestra sexualidad, pues sabemos que las generaciones pasadas, vivieron su sexualidad en ignorancia, con miedos e inhibiciones. Una verdad universal es sabiduría y conocimiento, más allá que el prejuicio o la preferencia personal. La verdad universal resiste el tiempo, es eterna, y se manifiesta a través de un cuerpo lleno de sabidurías y placer, no una teoría memorizada. Una de nuestras responsabilidades es encontrar y practicar una verdad valida, a pesar de que nuestras verdades son completamente distintas, de acuerdo a circunstancias. Si consideramos la verdad como sabiduría pura, podemos deducir que es mucho más que una cuestión filosófica, o un sistema de creencias, sobre todo cuando estas son impuestas a través de sistemas educativos o religiosos, carentes de visión humana.
Más que cualquier otra área de nuestras vidas, es nuestra sexualidad la que ha sido objeto de mitos, tabúes, equivocaciones, mentiras y dogmas de moral, todo bajo la doctrina de ser políticamente correctos. Nuestro cuerpo es un regalo creado por la energía universal de la fuerza de la vida, con el propósito de distribuir luz; es el dar en su totalidad. Con eso en mente, ¿qué tan lógico es pensar que al cumplir la necesidad sexual, estaremos rompiendo algunas reglas escritas por seres humanos? Aun que suene increíble, en algunos países, todavía existen leyes que rigen el comportamiento en la intimidad de las recamaras. Algunas religiones han decidido convertir nuestra sexualidad y la necesidad de expresarla, en un asunto de “valor”, usado la práctica de nuestra sexualidad como un arma amenazadora de causa y efecto negativos, desde nuestra niñez y constantemente a través de nuestras vidas.
Nuestra sexualidad es una de las varias formas de manifestaciones físicas placenteras de nuestra alma y nuestro espíritu dentro nuestra conciencia física. Es igual que gozar de cualquiera de nuestros sentidos físicos. ¿Cómo nos sentimos al ver un jardín floreciendo, al oler la aroma del jazmín, al tocar la suavidad de la blanca arena de la playa con nuestros pies, al oír el canto de las olas del mar en su sinfonía milenaria y al probar una jugosa fruta justo en su tiempo? Sin duda, cada uno de estos sentidos nos lleva a un formidable goce que se manifiesta en un deleite de alma y espíritu. Nuestro sentir físico llega a alturas espirituales. La sexualidad practicada desde el amor universal (no necesariamente “enamoramiento”), crea un profundo placer, cuyo efecto es una conexión sexo-espiritual. Este enlace crea una conciencia que nos permite a ver nuestro cuerpo de una forma amorosa, creando así una modalidad de auto-amor. Esta escuela de pensamiento no es la común, pues la mayoría del la humanidad ha elegido vivir dentro de burbujas de culpas impresas por profundos miedos que se basan en enseñanzas sin fundamento real, más que los propios miedos de quien las difundes. Al no atrever a cuestionar la inexistente lógica de los mitos, han tomado la decisión de desconectar el cuerpo del alma y del espíritu. El cuerpo es la herramienta que permite al alma y al espíritu a cumplir su misión de evolucionarse. Desconectar el cuerpo del alma y espíritu, detiene la evolución espiritual, la evolución humana y la corrección universal. Desde luego que este concepto reta la educación y formación de la mayoría. La energía de la fuerza de la vida, Dios, El Creador, La Energía primordial (cualquier nombre es válido), nos ha otorgado la posibilidad de una fruición sin igual, al consumir la sexualidad. Sea cual sea el nombre que damos a nuestra actividad sexual, hacer el amor, tener relaciones, o cualquier otro, si al practicar su sexualidad, sentimos cualquier contradicción en nuestro sistema de creencia, culpas o cualquier dolor emocional, es importante que entremos en proceso educativo en la materia. Aun si una parte de la pareja lo rechaza, es necesario encontrar apoyo, pues una persona iluminada es mejor que ninguna. Para tener una oportunidad de crear una conexión tangible, del cuerpo, con el alma y espíritu, y a la vez, de nuestra entidad humana con la Energía Primordial de la Vida, es necesario que nos amemos lo suficiente para permitir que la práctica de nuestra sexualidad como una expresión de nuestra libertad espiritual nos conecte con la luz de los cosmos. Amor, es la respuesta final a todo.
Ma. Teresa Ordòñez
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