Es un hecho que desde que el espermatozoide fecundó al óvulo, la mamá en potencia quedó marcada para siempre…
Desde ese momento comienzan los cambios físicos en ella y, cuando es de su entendimiento que será madre, también su mente, sus emociones, en fin, todo su Ser entra en una transformación perpetua. De ahí en adelante, no sólo le toca adaptarse a sus propios cambios como mujer, sino a los de sus hijos también. Aunque ellos en algún momento se desprenden del nido, para la madre el vínculo perdura, quizá modificado en su composición, pero al fin y al cabo, un vínculo inamovible.
Como madre de tres, me ha tocado adecuarme a varias etapas de mis hijos: infancia, niñez, adolescencia y con uno, el famoso desprendimiento del nido. Cada etapa me ha sabido distinta y con cada hijo, los matices de sabor me han tomado por sorpresa, tornando aún más compleja mi labor de adaptación.
Fui yoguini durante buena parte del desarrollo de ellos, y sigo siéndolo de una forma profundamente comprometida. En todo este tiempo, el Yoga me ha apoyado, dándome señales certeras, a través de mi cuerpo y de la expresión de mi respiración, acerca de dónde me encuentro en mi relación con cada uno y qué situaciones requieren de un acercamiento distinto de mi parte.
Quizá hasta ahora, el reto más trascendente que he tenido que resolver y que sigo resolviendo ha sido la partida de casa de mi hija mayor. Me tocó revisar minuciosamente mis creencias acerca de lo que yo consideraba lo mejor para mis hijos y que defendí con eficacia durante tantos años para criarlos dentro de un marco seguro y bien definido. Me vi en la necesidad de bajar mi autoridad, reconocer que sólo mi hija podía saber lo que era mejor para ella, y posicionarme en un lugar de humildad para realmente recibir la información totalmente objetiva de la situación.
Conservar la humildad no ha sido fácil, el ego siempre se atraviesa. Pero mi práctica consistente de Yoga me ha enseñado que cada día otra versión de mi se sienta a practicar, afectada por creencias y las emociones que acompañan. He aprendido que dentro de ese marco de práctica también es posible reconocer esa parte neutra en mí que sólo capta y deja ser, brindando claridad a mi entendimiento.