Todos los Lunes Coaching U 8am-9am  Inscríbete Aquí

No me pidas que ignore mis instintos

Desde que soy madre, son muchos los comentarios que he recibido acerca de cómo educar a mi propia hija, sobre todo en lo que se refiere a atenderla cuando llora, dormir con ella o darle el pecho. La sociedad nos pide a gritos una y otra vez que dejemos nuestros instintos atrás, los extirpemos, los saboteemos y los rechacemos, dejando a nuestros hijos desatendidos e indefensos ante el mundo que están descubriendo. Y no puedo evitar preguntarme lo mismo una y otra vez: ¿por qué es tan difícil a veces ver a nuestros hijos como seres que están sintiendo y experimentando? ¿por qué se nos ha enseñado a dejarles llorar cuando nunca le haríamos algo así a una amiga, a un ser querido, o incluso a un extraño? ¿De qué intentamos protegernos cuando ponemos esa distancia entre nosotras y el sufrimiento de nuestro bebé?

Imaginemos por un momento cómo debe sentirse un bebé al llegar a este mundo después de pasar 9 meses en el útero, un lugar cálido, húmedo y donde no necesita nada más porque se siente querido y protegido. Y de repente emerge en uno totalmente diferente y nuevo, donde la luz es brillante, el aire es frío, los sonidos son mucho más fuertes y siente hambre por primera vez. Así, sin más, pasa a depender totalmente de la capacidad de otras personas para entender su lenguaje y estar atentos a lo que necesita en cada momento.

Después comienza a gatear y a explorar el mundo con una curiosidad natural por todo lo que le rodea, un lugar a veces frustrante porque sus capacidades motoras aún no se han desarrollado. Y a pesar de lo valiente que es, todavía necesita una persona cariñosa y emocionalmente disponible a la cual regresar y que le de la libertad de explorar y descubrir de manera segura, le proporcione límites y el calor y la seguridad que necesita cuando lo cogemos en brazos y lo abrazamos.

A medida que crece, esa empatía quizás se vuelve menos física, pero muchas veces lo que un niño necesita es un abrazo en silencio o nuestra sincera compañía, pues un día puede que esté contento y comunicativo y que al otro nos rechace. En esos momentos es importante no tomarse nada personal, sino observar lo que nuestro hijo puede estar necesitando y no consigue explicar. Si estamos conectadas con él, le estamos haciendo saber que no está solo y que le queremos por lo que es y significa para nosotras. Y esto lleva tiempo, atención y compromiso, pues si estamos ausentes, es muy probable que no sienta la confianza o la seguridad que necesita para contarnos lo que sucede.

Y es que es fácil empatizar con un niño cuando está dolido, pero no lo es tanto cuando tiene una rabieta y sus necesidades entran en conflicto con las nuestras. Es por ello que nuestra capacidad de empatizar en este tipo de situaciones conlleva trabajar la conciencia plena, intentando ver las cosas desde el punto de vista de nuestro hijo y entendiendo lo que puede estar sintiendo o experimentando.

Por supuesto que no es fácil, y en ocasiones podemos encontrarnos reaccionando y diciendo cosas de las que después nos arrepentiremos. Pero esos momentos de desconexión son una parte inevitable de cualquier relación y los niños necesitan experimentar también que sus madres son humanas y que podemos decepcionarnos y enfadarnos.
Como madres, es nuestro trabajo reconstruir nuestra relación con nuestros hijos una y otra vez, estar presentes, aprender cuáles son las características evolutivas de nuestros pequeños y mantener una actitud empática hacia ellos para poder ofrecerles una respuesta adecuada a sus necesidades y criar niños emocionalmente fuertes y felices.

Por Davinia Velasco

Artículos relacionados

Brochetas de salmón y espárragos

Ingredientes: – 1 lomo de salmón fresco – Palitos de brochetas – 12 espárragos – 1/4 de cebolla – Sal y pimienta – 1 cucharada aceite

LA LUPA DE AYURVEDA

Llevo más de 20 años practicando y estudiando Ayurveda. Sin saberlo se convirtió en mi estilo de vida. Empecé con una cosa, luego otra. Me

Scroll al inicio