No hay mucho qué decir. Basta asomarse a cualquier shala de yoga y uno lo nota inmediatamente. ¡No somos mayoría! Y las cifras coinciden. Según una encuesta realizada por la revista Yoga Journal en 2005, el 77 por ciento de los practicantes de yoga en Estados Unidos son mujeres. Por cada diez suscripciones a la revista, estadísticamente 9 corresponden a yoguinis y sólo una es solicitada por alguien de sexo masculino.
Si la práctica del yoga trae beneficios físicos, mentales y espirituales tan significativos, ¿por qué resulta tan poco atractiva para los hombres? Para tratar de esclarecer esta pregunta, platiqué con algunos yoguis para compartir sus puntos de vista. Distintos en sus profesiones (hay entrenadores de hockey, diseñadores, contadores y músicos), coinciden en que el yoga les ha permitido disfrutar de una vida más plena, equilibrada y saludable.
Adrián Vasconcelos Dawe es entrenador de hockey sobre hielo e instructor de Ashtanga Vinyasa Yoga. Él comenta que “el yoga puede no resultar atractivo para los hombres en la actualidad porque no representa una competencia, no hay una rivalidad como, por ejemplo, en el futbol. El yoga no genera la sensación de adrenalina que provocan los deportes extremos. Es un reto más sutil: controlar tu mente e interiorizarte… Claro hay posturas que representan un reto físico como los balances y equilibrios con los brazos, como en koundinyasana. También se requiere fortaleza y control para sostener una postura por varios minutos o pararse de cabeza en sirsasana. Sin embargo, es importante recordar que las posturas no son la meta del yoga. El desafío real es calmar la mente, ensanchar el espacio entre un pensamiento y otro. Y para muchos hombres ir al interior y meditar, representa un verdadero enigma”.
Dawe también nos recuerda que en la antigüedad los hombres primitivos tenían la función de proveer mientras que las mujeres se quedaban en el hogar y se reunían para platicar y amamantar a los bebes. En estos espacios se compartía el conocimiento, es decir se formaba un sangha o comunidad.
Y si bien es cierto que en sus orígenes, la práctica del yoga era una actividad predominantemente masculina, a finales de los años treinta apareció una mujer que definitivamente cambiaría el panorama: Indra Devi.
Indra Devi fue la primera estudiante de Krishnamacharya. Nació en Latvia pero vivió en India durante doce años. Aunque Krishnamacharya se resistía al principio, terminó por aceptarla como discípula convencido de que eventualmente las mujeres revitalizarían la práctica (¡y no se equivocó!).
Conocida como La primera dama del yoga, Indra Devi montó su escuela en Shanghai, China, en 1939. Después de la Segunda Guerra Mundial continuó sus estudios en los Himalayas y, tras la muerte de su esposo, emigró a los Estados Unidos donde abrió un estudio en Hollywood. Aquí adquiriría gran popularidad ya que estrellas de la época como Gloria Swanson, Jennifer Jones y Olivia de Haviland estaban entre sus alumnas regulares. Así fue como el yoga llegó a la televisión, en horarios dirigidos a amas de casa. Desde entonces, el enfoque se ha dirigido a este sector de la población.
Sin embargo, como bien lo menciona Adrián: “en una clase donde hay en promedio un hombre por cada 4 mujeres, claro que te sientes intimidado, pero ¡piensa que compartes esta sensación con tu compañero de shala. Siempre llegará un compañero más!”
Carlo Campuzano es diseñador textil. Mantiene una práctica de Ashtanga Vinyasa Yoga con gran disciplina y desde hace varios años comparte su experiencia en las clases que ofrece en distintos estudios de la Ciudad de México. Para él, existen muchos hombres que se acercan al yoga por el aspecto físico ya que su práctica constante fortalece el cuerpo y permite adquirir un mayor rendimiento. Pero el gran descubrimiento, explica Carlo, es que “empiezas a contactar tanto con tu energía masculina como con la femenina y te das cuenta que ambas fluyen en perfecta armonía”.
Por su parte, Octavio Forza Rojas ha encontrado en la música una forma sublime de expresión y conocimiento. Es un DJ, músico y compositor, con una gran creatividad. Él encuentra un poco fuera de lugar que la gente siga asociando al yoga con una actividad meramente femenina y resalta: “el yoga puede ser algo súper masculino. Y no estoy hablando de competencias entre egos. Sino de competir contigo mismo y con tus limitaciones mentales”.
Tanto Octavio Rojas como Adrián Dawe coinciden en la responsabilidad de mantener la práctica de yoga y hablar de sus beneficios. De esa manera se puede animar a más hombres a iniciarse en el yoga. Y por eso cito a Enrique Sepúlveda, profesionista y contador: “Debemos de practicar yoga no porque sea una actividad de genero sino porque es una oportunidad de auto conocimiento, sanación y crecimiento personal. El yoga es para todos. Si simplemente seguimos en la práctica y platicamos de sus beneficios con nuestros amigos y vecinos, sean hombres o mujeres, entonces, quizás, más amigos hombres se acercarán al yoga.
“A mí me ha tocado recibir comentarios de todo tipo. Desde: ʹmi marido no quiere venir porque le da penitaʹ, hasta el de un buen amigo que, sin ningún empacho y en mi cara me dijo: ʹeso es para jotos, mi Quiqueʹ”. Enrique ya no le molesta estos tipos de comentarios y acepta que todos tenemos una forma distinta de pensar. Por eso opina que la mejor forma de que veamos cada vez más practicantes hombres en los shalas de yoga es simplemente dejarnos ver con nuestras sonrisas y en esos estados de ánimo ecuánimes, en paz, que en estos tiempos se vuelve tan necesario, para que así motivemos a que nos pregunten: “¿Y ahora qué? ¿Qué estás haciendo?”
Daniel Mesino es editor e instructor certificado de Ashtanga Vinyasa Yoga.
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