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Crecemos con la firme creencia de que la felicidad se conjuga en futuro: cuando logre la presidencia corporativa seré exitoso en mi carrera; cuando mis hijos concluyan sus estudios en la universidad tendré tiempo para mí; cuando terminé de pagar la casa compraré mi departamento en la playa y ahora sí podré descansar. No hay camino más directo al sufrimiento que pensar en la felicidad como algo exterior que se deba alcanzar.

Por el contrario, existe una fuente de alegría, paz y quietud permanente en nuestro interior que hemos experimentado de manera esporádica. Piensa por un momento. Cuando abrazas a un amigo, ¿en dónde reside la dicha? Al observar un cuadro o un paisaje hermoso, ¿dónde surge el sentimiento de gozo?

Y precisamente, uno de los propósitos del yoga es volvernos a conectar con esa fuente de felicidad inagotable. Es el éxtasis del que hablan santas y monjes; maestros y discípulos; meditadores, yoguis y yoguinis.

Dentro del corazón hay afecto supremo,

entusiasmo sin límites, paz duradera,

compasión como néctar.

Muktananda, ve allí.

Aforismo 36 del Muktéswhwari

Observa la sonrisa de un bebé o un niño. Hay un estado de gozo natural que no depende de una posición social, económica, credo religioso o raza. Por diversas situaciones, al crecer nos olvidamos de nuestra verdadera naturaleza –que es dicha–, y comenzamos a identificarnos con roles como soy empleado, soy esposo, soy padre, soy rico, soy pobre, soy esto, soy aquéllo. Y así basamos todas nuestras acciones, palabras y pensamientos tratando de lograr la aceptación de nuestras proyecciones mentales. Gastamos más energía en complacer a los demás que en realizar las tareas que deben ser realizadas.

En lo personal, he encontrado en el yoga una filosofía práctica que continuamente me recuerda que debo volver al centro, que son efímeras las situaciones que controlo, que puedo encontrar esos estados de paz y ecuanimidad independientemente de las circunstancias externas. Tal y como dice Judith Lasater en su libro Living your yoga: “La mayoría de nosotros ha escuchado sobre las posturas de yoga, el pranayama,o ejercicios de respiración, y las técnicas de meditación. Lo que pocos saben es que estas prácticas tienen su raíz en un código ético que es parte fundamental del yoga”.

Las normas a las que Judith hace referencia están contenidas en los Yoga Sutras de Patañjali. Al contemplar y aplicar sus enseñanzas construimos nuestra práctica con cimientos sólidos. Vamos más allá de la ejecución de una postura o del control de una respiración. Se trata de volver a conectar con esa fuente de dicha que reside en cada uno de nosotros y que nos guía a vivir nuestro yoga tal y como lo describe Iyengar: “El yoga es un arte, una ciencia y una filosofía. Afecta a todos los niveles de la vida humana, tanto físico, mental como espiritualmente. Es un método práctico para dar sentido a la propia vida y convertirla en útil y noble”.

II.29 yama niyama āsana prānāyāma pratyāhāra dhāranā dhyāna samādhayah astau angāni

Las ocho ramas del yoga son yama (disciplinas o principios éticos), niyama (disciplina personal u observancia interna), asana (posturas), pranayama (regulación de la respiración), pratyahara (interiorización de los sentidos), dharana (concentración), dhyana (meditación) y samadhi (absorción de la conciencia en el sí-mismo)

Lecturas recomendadas

Iyengar, B.K.S., Luz sobre los Yoga Sutras de Patañjali, Kairos, Barcelona, 2009.

Lasater, Judith, Living your yoga, Rodmell Press, Berkeley, California 2000.

Muktananda, Swami, Muktéshwari, Editorial Siddha Yoga Dham de México, México, 1995.

Correo electrónico: [email protected]

http://www.yogahoy.blogspot.com

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