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Relaciones para la libertad

La religión de la vida se llama relación. La relación nos lleva a la comunicación, el objetivo real de la comunicación es llegar a la comunión. Cuando la comunicación va hasta la comunión, yo me identifico contigo, estoy en tus zapatos, soy parte de ti.
Cuando eso ocurre, mi punto de vista también es el tuyo y, a mis 50 años, puedo ver cómo ve un niño de dos años, un guerrillero o el gobierno, y puedo construir un contexto. 
Hemos perdido el contexto. Vivimos de una manera condicionada porque hemos permitido que nos manipulen, en una sociedad de consumo que ya no hace artículos para consumidores, sino consumidores para artículos
Hace mujeres para la cirugía, para el vestido, para la apariencia, profesionales para el mercado
¿Cuándo vamos a hacer una sociedad para nosotros? ¿Cuándo vamos a rescatar esa sociedad viva para volver a tener el placer de ser y de vivir de manera auténtica? 
La salud no es ausencia de enfermedad, es autenticidad, es transparencia, honestidad, integridad, es capacidad de escuchar, capacidad de resonancia. Pero si soy un canal de comunicación, para poder transmitir mi mensaje, para poder dar mi luz, es necesario que como canal tenga potencia, volumen. Por eso, para sanar la vida, para volver a vivir, tenemos que rescatar nuestro potencial interior. Para rescatarlo primero conocerlo porque solo tengo aquello que conozco. 
Poseer no es poseer afuera, es poseer adentro, con el intelecto, con el sentimiento y ese tener interior es el poder del sabio. 
El conocimiento es la estrategia de la máscara de la apariencia, de la personalidad; la sabiduría es la estrategia del alma, cuando no sólo me conozco intelectualmente, sino me conozco integralmente. Cuando yo soy como yo soy, ni bueno ni malo, pero absolutamente único, ni mejor ni peor, pero irrepetible, no tengo necesidad de competir. 
La sabiduría tiene una nota clave: el compartir y compartir, sana los infartos en las relaciones que han sido producidos por el apego. El apego es amor con miedo, amor temeroso, posesivo, es amor que no libera, y el amor que no libera no es amor
Nos amamos para liberarnos, para mejorarnos. Te amo para que cuando pases por mi vida, te vayas mejor de lo que viniste y me dejes a mí, también, mejor que cuando llegaste. Nos hemos amado si al separarnos no sentimos la separación como ruptura, sino que nos quedamos en el corazón plenos del otro cuando se va. 
Nuestras relaciones están llenas de miedo y de culpa porque son relaciones de apego y lo son por nuestra cultura de dependencia. No nos educaron siquiera para la independencia y mucho menos para la libertad. Nos han educado para depender, siempre pendientes de un condicionante exterior, "tienes que ser como…", o "mejor que…", o"igual a…".
No puedes ser como tú, porque ser como tú es pecado, tu rebeldía, tu creatividad, tu autenticidad son pecado. 
Tú tienes que ser como papá, como mamá, como dicen los profesores del colegio. Pero, ¡hay de ti! , si eres como tú eres, si das tu propia nota, porque cuando la das te crean un sentimiento de culpa, o de vergüenza. Los sentimientos de culpa y vergüenza, son filtros interpuestos a nuestra visión del mundo. 
Hay una nota clave para sanar la vida y es entender que el mundo no es lo que creemos que es. El mundo es contextual, es relativo. Relatividad en el mundo de las partículas subatómicas, donde el observador transforma al observado, relatividad en el mundo de las relaciones, donde el observador debe también recuperar el centro. 
El centro del mundo no es mi papá ni mi mamá, es mi papá y mi mamá en el interior del corazón sintetizados y conjugados en una sola unidad energética. No es cierto que "tú me completas", yo ya soy completo. 
Tú me enriqueces, me das tu luz, única y total, y yo te doy mi luz, pero no estamos aquí para complementarnos o para completarnos. 
Estamos aquí para ser y cuando somos, somos la totalidad. Cuando yo soy lo que soy, soy uno contigo y soy uno con el Universo, y rescato esa dimensión de integridad que va a ser la nueva ética de las relaciones humanas.
Dr. 20 Posada

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