Por Ana Paula Domínguez @anapau.dominguez
La muerte es un proceso inevitable y universal. En algún momento de la vida, todos enfrentamos la pérdida de un ser querido, sea un familiar o un amigo cercano. Desde la perspectiva de la medicina Ayurveda, la muerte involucra un proceso de disolución de los elementos fundamentales del cuerpo:
1. Tierra: Representa el cuerpo físico, que es el primero en desintegrarse.
2. Agua: Simboliza los fluidos corporales, que se disipan después.
3. Fuego: Relacionado con la digestión y la temperatura del cuerpo.
4. Aire: Representa el aliento, que al cesar, señala la muerte física.
5. Éter (espacio): Este elemento se percibe a través del oído y parece permanecer un tiempo indeterminado después del último suspiro.
Este enfoque es similar a muchas tradiciones espirituales, como el catolicismo y el hinduismo, donde se recitan oraciones o mantras al fallecido para ofrecer paz y guía en su transición espiritual.
Comunicación con los difuntos: expresando lo no dicho
Aunque siempre es preferible expresar nuestros sentimientos en vida, la partida repentina de alguien puede dejarnos sin la oportunidad de hacerlo. En estas circunstancias, reconforta saber que, según diversas creencias, el alma sigue siendo receptiva a nuestras palabras y actos simbólicos, permitiendo expresar el amor o la gratitud que no alcanzamos a compartir.
El bardo en el Budismo Tibetano: tránsito y preparación para la siguiente vida
En el budismo tibetano, el concepto de bardo se refiere a un estado intermedio entre la muerte y el renacimiento. Según el maestro Wojtek Plucinski, se recomienda encender una vela en honor al difunto durante los 49 días posteriores a su fallecimiento. Durante este tiempo, se prepara una mezcla de harina y mantequilla como ofrenda, que simboliza la alimentación y guía para el espíritu en su transición. El bardo, una palabra tibetana que significa “estado intermedio” o “periodo de cambio”, se entiende como el lapso entre una vida y otra, según explica el antropólogo Josep Ma. Fericgla.
Para cerrar, comparto una reflexión del dramaturgo griego Eurípides:
“Quién sabe, puede que la vida sea la muerte, y la muerte, la vida.”