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¿Te das cuentas cuando respiras?

Ahorita, mientras lees este texto, ¿te percatas de la actividad de tu respiración? Probablemente sí porque te lo acabo de recordar; porque he hecho precisamente eso: traértelo a primer plano. Pero quizá, si te sigues con la lectura, en tu intento de comprender lo que lees, la respiración vuelve a pasar a un segundo plano. Pero ahí está, obediente, respondiendo a tu instinto más básico: el de supervivencia.

¿Y qué me dices de cuándo esta función queda parcialmente obstruida? Como cuándo tienes gripa y estás buscando la mejor forma de acomodarte para dormir, de manera que entre al menos un hilito de aire por al menos una de tus fosas nasales… Y cuándo lo logras dice: ¡Ah! ¡Qué bueno que respiro!

Es evidente que no nos podemos deslindar de la respiración, sin embargo podemos escoger tomar conciencia de ella, o no. En Yoga, esta tiene un papel crucial. En el segundo capítulo de los Yoga Surtas de Patanjali, se describe un método llamado Ashtanga Yoga, que consiste de ocho ramas para el reconocimiento del estado ideal de Samadhi o absorción profunda. Precisamente la cuarta rama, Pranayama, se refiere al control consciente de la respiración, siendo esta la que constituye el puente entre el cuerpo y la mente.

La idea detrás de esta práctica consiste en regular la respiración para hacerla lenta y sutil, para conducirse uno a la experiencia del flujo ininterrumpido de energía (prana), la cual reside por encima y en el fondo de la exhalación, la inhalación y la transición entre ellas.

Si bien, la respiración tiene una cualidad involuntaria, es posible meterla dentro de una rítmica predeterminada para modificar su expresión y sus efectos. Existen diversos ejercicios de Pranayama para este fin, sin embargo el propósito principal, y puedo decir que el aspecto más interesante, es acercarse a una expresión libre, auténtica y sin forcejeo de la respiración, aún dentro de una estructura consciente, para que esta revele sus frutos. Es posible que durante su práctica nos lleguemos a percatar de nuestro estado de ánimo y nivel energético, las cuáles están íntimamente ligadas a la respiración, pero la invitación es a sólo tomar nota de ello y conducirnos con benevolencia y auto respeto hacia un estado de fluidez. Es un trabajo completamente personal que sólo nosotros mismos podemos desarrollar y tiene como recompensa el acercamiento a Dharana, la sexta rama de Ashtanga Yoga que implica un estado de concentración profunda.

Si te interesa abordar este tipo de práctica es de suma importancia que lo hagas bajo la supervisión de un maestro calificado. Sin embargo, es posible iniciarte por tu cuenta con lo que es la médula del proceso de Pranayama: la conciencia de tu respiración. En tu día a día, pausa brevemente y toma nota de cómo estas respirando y qué te revela esto acerca de tu estado mental, emocional y energético. Sólo te toma unos segundos y la información que te devuelve es invaluable. Incluso te puedes establecer una alarma, varias veces al día, como recordatorio. Si practicas Yoga, obsérvala mientras ejecutas las posturas (asana). Nota cómo esta se acomoda y apoya tu desempeño, al tiempo que dota de un flujo constante de energía al cuerpo, siempre y cuando la postura esté bien integrada. Cuándo te sientes en silencio, deja que esta te comunique y te recuerde, en esencia, de quién eres.

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