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Yoga: Estado especial de conciencia

El yoga, es una tradición ancestral que toma sus conceptos iniciales de los Vedas, deriva en muchos diferentes ríos de expresión y nos presenta diversas prácticas, así como conceptos filosóficos. Vemos que la primera mención del yoga como tal, aparece en el Katha Upanishad hace aproximadamente 2,500 años. La descripción que nos presenta este texto es la de: “Un estado especial de concentración en el cual los sentidos están controlados”. Nos preguntamos entonces qué es lo que tiene de especial el Yoga, cuando ha sobrevivido durante tanto tiempo, mientras muchas otras tradiciones han desaparecido.

El yoga ha sobrevivido por su carácter universal, por ser una técnica de intensificación de las capacidades físicas, mentales y espirituales y por estar basado en la experiencia misma.
En la raíz de la comprensión de lo que es yoga se encuentra el concepto de avidya, que puede ser traducido como no-saber, o no-ver, es decir la incapacidad de ver la realidad como es. El objetivo principal del yoga es llevarnos a tener una visión precisa, ya que en el caso de que lográramos tener esa visión clara, escogeríamos hacer lo correcto, en el momento y el lugar más convenientes. Por consiguiente, la cuestión de cómo llegar a esa verdadera visión es el tema más importante del yoga. Para lograr eso, el mecanismo de visión, en su sentido más amplio, es el que requerimos conocer, entender y transformar. Es por esto mismo, que lo más importante es trabajar sobre nuestra percepción.
Esto lo podemos hacer con ásanas, meditación, pranayama, reflexión y autoconocimiento, sonidos y cantos y, con otras diversas técnicas de autoindagación. La dosis en la que empleemos estas prácticas puede variar de escuela a escuela y de individuo a individuo. Si la mente es transparente, tiene la capacidad de reflejar la realidad, por lo tanto las múltiples prácticas de yoga buscan aclarar nuestra visión y desarrollar nuestra acción inteligente. Para lograr nuestros objetivos, debemos voltear a ver quien está buscando esa transformación, en qué contexto la busca y cuál es su condición de vida actual, eso determinará que técnicas debe aplicar y de qué manera las adecua a su propia vida. En eso radica el arte y la ciencia de ser un buen maestro, es por ello que se requiere de estudio profundo y de vivir la propia práctica intensamente.

Las fuentes de conocimiento son diversas y esa es la riqueza del yoga que podemos encontrar en los textos antiguos tales como los Sutras de Patanjali, el Geranda Samhita, el Hatha Yoga Pradipika, el Baghavad Gita, por mencionar algunos de ellos, así como en la enseñanza de grandes seres iluminados. Sin embargo, hoy en día, tal vez en aras de la prisa con la que vivimos, tal parece que queremos reducir el yoga a simples técnicas, a fórmulas cerradas y a pretendidos aprendizajes de alta velocidad. Queremos ser maestros, sin ser practicantes, caemos en reducir las enseñanzas a meras prácticas físicas y estamos dispuestos a enseñar yoga en contextos inadecuados.

Sería una pena que permitiéramos que el yoga se convierta en sistemas de franquicias, similares a las de empresas de comida rápida, donde las recetas son repetibles y la creatividad no tiene ningún valor.

Recuerdo haber escuchado a Dona Holleman, una de mis maestras más respetadas, decir: “el yoga es para espíritus rebeldes que toman el conocimiento de muchas fuentes pero que su propia vivencia del yoga los lleva a ser seres únicos e irrepetibles”. Precisamente eso es lo que la distingue a ella y lo que la hace ser grandiosa. Para lograr esto, se requiere un gran valor, que radica en constantemente preguntarnos ¿qué es lo que buscamos a través de nuestra práctica? ¿Qué efectos está produciendo en nuestra vida la forma en la que practicamos? ¿Acaso soy mejor ser humano hoy, de lo que era antes? ¿Cómo mantener la flexibilidad de mente y de inteligencia, junto con la corporal?

Esto nos lleva, a todos los que estamos practicando y enseñando yoga, a una importante reflexión: cuestionarnos si verdaderamente las técnicas que estamos empleando nos están llevando a tener una visión más clara y más amplia, o al contrario, nos están encerrando en la trampa de sentirnos poseedores del sistema perfecto, del método más exclusivo. Si acaso esto nos está sucediendo, es importante que revisemos nuestra percepción, ya que las puertas de entrada a la visión expandida que nos ofrece el yoga, son muchas, y antes de que el yoga adquiriera los nombres de sus creadores, o los nombres dados por algunos maestros, el yoga se dividía en algo mucho más amplio de acuerdo a nuestras propias inclinaciones: físicas, devocionales, intelectuales, de activismo social, etc.
Los métodos para satisfacer estas necesidades son conocidos como: Hatha Yoga, Raja Yoga, Bhakti Yoga, Karma Yoga, Jnana Yoga o Tantra Yoga, entre otros. Es una pena ver que son pocos los maestros que pueden llamarle simplemente yoga a lo que practican, que muchos no saben que Hatha Yoga es un genérico para la práctica física, que antecede al estilo que cualquiera de nosotros practicamos. No caigamos en la trampa de excluir a los otros, de sentirnos superiores, de despreciar las enseñanzas ajenas. Recordemos que el yoga es unión, es integración, es retorno a la fuente. Ampliemos nuestra visión, y seamos capaces de ocuparnos de mantener la profundidad y la riqueza del yoga como tal, para seguir conservando viva esta gran tradición liberadora. Recordemos que el yoga es uno de los senderos que nos puede conducir a la verdadera libertad, a través de desarticular nuestros condicionamientos.

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